Jesucristo me librará Romanos 7:14-25
|
Introducción: En Romanos 7:7-13, Pablo describe su experiencia antes de Cristo, usando el tiempo pasado para relatar cómo la Ley de Dios le reveló su pecado y lo llevó a reconocer su muerte espiritual. Pero en Romanos 7:14-25, cambia al tiempo presente, por lo que probablemente está describiendo su lucha actual con el pecado.
En el momento de escribir esta carta, Pablo era un cristiano maduro, con más de 22 años en la fe, habiendo establecido iglesias y discipulado a muchos. A pesar de su redención en Cristo, nos muestra cómo aún enfrentaba la batalla entre su carne y su deseo de obedecer a Dios, una lucha real para todo cristiano.
Desarrollo:,
Vs. 14-17. Yo soy carnal, vendido al pecado
14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal (meramente humano), vendido (esclavo) al pecado.
Porque sabemos que la ley es espiritual. La palabra "espiritual" significa que le pertenece al Espíritu de Dios; es decir, que es de origen divino. La Ley refleja la voluntad y el carácter santo de Dios; es santa, justa y buena (Rom. 7:12).
Mas yo soy carnal. No significa que Pablo viva en la carne, la palabra "carnal" proviene de la palabra griega Strong 4560 <sárkinos>, que significa “hecho de carne”, haciendo referencia a su humanidad, que ha sido afectada por la naturaleza pecadora.
Vendido al pecado. Aunque Pablo ha sido justificado por la fe, aún permanece en él un remanente de la vieja naturaleza pecaminosa, que es débil, que está caída y que se resiste a la voluntad de Dios. Antes de Cristo éramos completamente esclavos del pecado. Ahora en Cristo hemos sido librados de la condenación del pecado, pero seguimos batallando con las tentaciones y las influencias de nuestra carne (vieja naturaleza).
Aplicaciones prácticas:
1) Debemos comprender que hay una lucha interna entre la vieja y la nueva naturaleza, de lo contrario, intentaremos luchar contra el pecado en nuestras propias fuerzas y fallaremos.
2) Entender que los creyentes no vivimos en la carne (practicando el pecado), pero la carne (naturaleza pecadora) aún está en nosotros, y se encuentra continuamente luchando por intentar dominarnos.
3) Debemos aprender a identificar nuestras debilidades, aquellas áreas dónde más luchamos contra el pecado, donde nuestra vieja naturaleza está tratando de hacernos pecar, y pedir la ayuda al Señor en esas áreas específicas para:
a. Poder hacer cortes definitivos de las fuentes de tentación (Mt. 5:29-30).
b. Pedir en oración ayuda para resistir al pecado (Stgo. 1:5).
c. Llenar nuestra mente de la Palabra de Dios (Rom. 12:2).
d. Compartir nuestras luchas con creyentes maduros, debemos confesarnos las ofensas unos a otros para encontrar sanidad (Stgo. 5:16).
15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco (lo que odio, lo malo), eso hago.
Porque lo que hago, no lo entiendo. La palabra "entiendo" proviene de la palabra griega Strong 1097 <ginóskó>, que significa "conocer, comprender plenamente". Pablo expresa la idea de que no logra entender completamente por qué sigue pecando a pesar de que su deseo es hacer lo correcto.
Pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Pablo desea, en su nueva naturaleza hacer la voluntad de Dios, pero se encuentra con una resistencia interna, su vieja naturaleza que todavía lo lleva a hacer lo que aborrece (detesta), y eso le produce frustración.
La carne quiere seguir con hábitos antiguos, gratificar deseos egoístas y alejarnos de Dios y este dilema es el que enfrentamos todos los creyentes; queremos obedecer a Dios, pero seguimos fallando, tenemos el deseo de hacer el bien, pero caemos en lo que odiamos. Pablo lo describe el Gálatas 5:17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
Este batallar nos lleva en ocasiones a sentirnos frustrados y a preguntarnos: ¿Soy realmente cristiano si sigo pecando?
Esta la lucha con el pecado no es una señal de fracaso, por el contrario, es una buena señal, ya que es una evidencia de que el Espíritu Santo está obrando en nosotros, de que está transformando nuestro corazón y que ya no disfrutamos del pecado como antes. Antes de conocer a Cristo, pecábamos sin remordimiento. Pero ahora que el Espíritu Santo mora en nosotros, sentimos dolor cuando fallamos, lo que significa que el Espíritu Santo está activo en nuestra vida.
Aplicaciones prácticas:
1) Alimentemos el espíritu en oración como le dijo Jesús a Pedro, Juan y Jacob en Mateo 26:41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
2) Evitar entornos o hábitos que fomenten el pecado y decir como Pablo “cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10b)
3) Rodearnos de personas que nos ayuden a crecer espiritualmente.
16 Y si lo que no quiero (lo que está mal), esto hago, apruebo (reconozco) que la ley es buena.
Para Pablo, su lucha interna con el pecado le confirma que la Ley de Dios es buena, ya que la Ley nos muestra el estándar de Dios y nos ayuda a diferenciar el bien del mal, y nos sigue mostrando nuestra pecaminosidad, aun cuando ya hemos sido justificados, la Ley sigue haciendo su función como dice Romanos 3:20b Por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
La ley no es el problema, el problema es la vieja naturaleza vendida al pecado que habita en nosotros.
Aplicación práctica: Cuando como creyentes caemos en pecado:
1) No ignores el pecado, como que no sucedió.
2) No justifiques el pecado, dándote tu solo argumentos de tu actuar.
3) No te sientas indigno de la gracia de Dios.
4) Corre a Dios en arrepentimiento para confesión del pecado, recordando que tenemos un abogado lleno de gracia y de verdad como dice 1 Juan 2:1 Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
17 De manera que (Entonces) ya no soy yo quien hace aquello (lo malo), sino el pecado que mora (vive, está dentro) en mí.
Pablo explica que la razón de esa lucha interna que tiene, es por el pecado que aún mora en él, La palabra "mora" proviene de la palabra griega Strong 3611<oikéō>, que significa "habitar, residir". Esto indica que el pecado (vieja naturaleza) todavía tiene una presencia permanente en la vida del creyente, pero recordemos que ya no tiene autoridad sobre él, como dice Romanos 6:14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
Aquí, Pablo no está negando su responsabilidad por sus acciones, sino que distingue entre su identidad en Cristo y el pecado que aún habita en su carne. En Gálatas 2:20, Pablo expresa una verdad similar Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. El pecado no es nuestra identidad, es nuestra ex-identidad, nuestra identidad actual está en Cristo, pero el pecado (vieja naturaleza) si influye todavía en nuestras decisiones y deseos.
En otras palabras, Pablo no está diciendo: "No es mi culpa, es el pecado en mí." Lo que sí está diciendo es: "Mi identidad es en Cristo, pero todavía lucho contra la influencia del pecado en mi carne."
Los creyentes tenemos una doble naturaleza morando permanentemente en nosotros, ciertamente somos una nueva creación como dice 2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas, pero el pecado que también habita en nosotros sigue intentando influenciarnos.
Aplicación Práctica: No normalizar el pecado en nuestra vida, el hecho de que la naturaleza pecadora more en nosotros, no debe llevarnos a rendirnos a luchar contra ella, debemos reconocer que allí esta, pero resistirla como dice Gálatas 5:16-17 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais.
Vs. 18-20. En mi carne, no mora el bien
18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne (naturaleza pecaminosa o débil), no mora (reside, existe) el bien; porque el querer el bien (lo correcto) está en mí, pero no el (no soy capaz de) hacerlo.
19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora (vive, está dentro) en mí.
Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien. Pablo reconoce que, por sí misma la carne (vieja naturaleza), la naturaleza humana caída, es incapaz de vivir en santidad y de producir el bien que agrada a Dios, las mayores obras de justicia de la humanidad sin Cristo, delante de Dios vienen a ser como trapos de inmundicia (Is. 64:6).
Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Pablo quiere hacer el bien, lo que demuestra que ha sido transformado por Cristo, sin embargo, admite que su deseo no siempre se traduce en acción. La naturaleza pecaminosa es un obstáculo para la obediencia que anhela. El puro deseo de hacer el bien no es suficiente, con buena voluntad, pero sin acciones concretas, no nos llevará a la victoria en esta lucha.
Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Pablo reitera la frustración de los creyentes, queremos vivir en santidad, pero seguimos cayendo en los mismos errores, deseamos obedecer a Dios, pero seguimos luchando con tentaciones y malos hábitos. Nos proponemos cambiar, pero nos encontramos haciendo lo que no queremos hacer.
Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Al igual que en le versículo 17, Pablo reitera la dual naturaleza de todo creyente, que hemos sido transformados por Cristo, pero todavía vivimos en un cuerpo caído con una inclinación al pecado y que, por eso, hay una lucha constante entre el Espíritu y la carne.
Aplicación Práctica: No pensar que con buenos deseos las cosas van a cambiar, ni confiar en nuestras propias fuerzas avanzaremos, no podemos simplemente “echarle más ganas” o querer tener “más fuerza de voluntad”, ya que como estamos aprendiendo, el pecado no es solo una decisión externa solamente, sino una lucha interna con nuestra naturaleza caída, por lo que la única manera de vencer es depender diariamente del Señor, como Jesús mismo dijo en Juan 15:5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
Vs. 21-23. El mal está en mí
21 Así (Me doy cuenta) que, queriendo yo hacer el bien, hallo (encuentro) esta ley: que el mal está en mí (a mí alcance).
22 Porque según el hombre interior (profundo de mi corazón), me deleito en (amo) la ley de Dios;
23 pero veo otra ley (otro poder) en mis miembros (dentro de mí), que se rebela (está en guerra) contra la ley de mi mente (capacidad de razonar), y que me lleva cautivo (preso) a la ley del pecado que está en mis miembros (dentro de mí).
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Pablo Anhela con toda intención de hacer el bien, pero el problema es el pecado que todavía reside en la carne. Aquí no se refiere a la Ley de Dios, sino a un principio constante, a una regla espiritual que todos los creyentes tendremos y que no cambia; que el pecado siempre se opone a los esfuerzos del creyente por hacer el bien.
Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios. La frase "hombre interior" proviene de las palabras griegas Strong 2080 y 444 <esō ánthrōpos>, que significa "el ser interior del hombre”, y se refiere a la parte regenerada del creyente, a su naturaleza espiritual renovada, al espíritu que ha sido vivificado por Dios.
Pablo, en su hombre interior, que ha sido transformado, ahora tiene un deseo genuino de hacer la voluntad de Dios y se deleita en la Ley de Dios, de la misma manera que lo hacían aquellos que describe el Salmo 1:2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche, o como escribe el salmista en el Salmo 119:97 ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.
Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente. Hay dos leyes en conflicto, mientras que el hombre interior de Pablo ama la Ley de Dios, y desea obedecerla, sigue habitando en un cuerpo corrupto otra ley o fuerza que se rebela a la ley de Dios; se oponen, hacen guerra en su mente, allí es el verdadero campo de batalla espiritual.
Pablo describe el conflicto entre la carne y el Espíritu en el proceso de santificación. Esta lucha no es evidencia de una fe débil, o una señal de derrota, sino de una fe genuina y de una vida espiritual en los creyentes.
Y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. Pablo no está diciendo que es esclavo del pecado, sí reconoce que su carne todavía lo lleva hacia la tentación y la batalla contra el pecado es real.
Nuestro cuerpo aún es afectado por el pecado, pero no debemos rendirnos a sus deseos, como Pablo dijo en Romanos 6:3 Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios.
Aplicaciones Prácticas:
1) Un verdadero creyente no ve la Ley de Dios como una carga, sino como un deleite, pero tampoco le sorprende la oposición que pecado le presenta, sabe que es parte de su vida cristiana.
2) Debemos entender que la santificación no es un evento único, sino un proceso progresivo, en la cual, aunque ya hemos sido regenerados por Cristo, seguimos luchando contra nuestra naturaleza pecaminosa hasta la glorificación como dice Filipenses 1:6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.
V. 24. ¿Quién me librará?
24 ¡Miserable (Desdichado) de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte (que me hace pecar y me separa de Dios)?
¡Miserable de mí! La palabra "miserable" proviene de la palabra griega Strong 5005 <talaiporos>, que significa "desdichado, angustiado, desesperado". Pablo describe la desesperación de los creyentes ante su incapacidad de vencer el pecado por ellos mismos, esa es la realidad de la naturaleza caída del hombre.
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? La expresión "cuerpo de muerte" se refiere a la naturaleza caída y pecaminosa que aún llevamos.
En tiempos romanos, una sentencia de muerte cruel consistía en atar un cadáver al condenado, lo que causaba su lenta descomposición y muerte. Pablo usa esta imagen para describir cómo el pecado es como un "cuerpo muerto" atado a él y como anhela la liberación final, que ocurrirá en la glorificación cuando recibamos cuerpos transformados y libres del pecado, como dice Filipenses 3:21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
Pablo no pregunta “¿qué” me librará?, porque no es una técnica, un método o un esfuerzo humano lo que puede liberarnos. Él pregunta “¿quién?”, reconociendo que la única solución es una persona: Jesucristo.
V. 24. Jesucristo me librará
25 Gracias doy a Dios, por (la respuesta está en) Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente (entiendo) sirvo (que debo obedecer) a la ley de Dios, mas con la carne (naturaleza pecadora obedece) a la ley del pecado.
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Jesucristo es la respuesta a ese clamor de desesperación del anhelo de ser librado del “cuerpo de muerte”, de esa lucha con el pecado. Pablo no se queda en la desesperación, sino que exalta la victoria en Cristo, en una declaración de gratitud a Dios porque esa victoria ya está asegurada en Cristo como diría él mismo en 1 Corintios 15:57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado. Pablo resume nuestra lucha interna, que, por un lado, con nuestra mente renovada (hombre interior regenerado), deseamos obedecer a Dios, y por el otro lado, nuestra carne (la naturaleza caída), siente atracción del pecado.
El Señor no nos deja sin esperanza, la clave está en vivir por el Espíritu y no por la carne como aprenderemos en Romanos 8:1-2 1Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Aplicación Práctica final:
1) El pecado es como un peso muerto que nos destruye si tratamos de cargarlo nosotros mismos.
2) Cristo es la única solución. Nuestra libertad no está en nuestro esfuerzo, sino en rendirnos completamente a Jesucristo Señor nuestro y experimentar Su poder trasformador. Juan 8:36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
Conclusión: Comprender la lucha interna entre la carne y el deseo de obedecer a Dios, y aprender a depender de Cristo para la victoria.
No comments:
Post a Comment