Monday, February 5, 2024

Lucas 18:9-14 Sé propicio a mí, pecador

Sé propicio a mí, pecador

Lucas 18:9-14

 

Objetivo: Acercarnos confiadamente a Dios con la condición correcta y por la causa correcta.

 

Versículo a memorizar: “Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.” Lucas 18:14

 

Introducción: Lucas viene de relatar la parábola de un juez injusto que no tenía temor de Dios ni respetaba a ningún hombre, y de una viuda que constantemente le pedía que le hiciera justicia con su adversario, el relato terminó con el juez haciéndole justicia a la viuda de mala gana, solo con la finalidad de que ya no lo molestara.

 

Jesús enseño que, si un juez injusto que era despreocupado de Dios y que no sentía ninguna empatía por aquella viuda, accedió después de un tiempo a ayudarla solo por su insistencia, mucha más lo hará Dios, que además de ser un Juez Justo, tiene un profundo amor por sus escogidos, el cuál escuchará el clamor continuo que hacen los suyos de día y de noche, y además no tardará en responderles, les hará justicia pronto.

 

Desarrollo:

9 A unos que confiaban en sí mismos como (que se creían) justos, y menospreciaban (despreciaban) a los otros, dijo también esta parábola (ejemplo, historia):

En esta parábola que solo está registrada en el evangelio de Lucas, el autor no dice específicamente a quienes les dijo, pero bien pudiera tratarse de los fariseos, que demás de que en su mayoría eran abiertos adversarios de Jesús, una a un fariseo en su enseñanza como un mal ejemplo de pensar que podían alcanzar la salvación por medio de sus propios esfuerzos, no poniendo su confianza en el plan que Dios diseño para salvarles, sino en ellos mismos.

 

Y es que la conducta de los religiosos cae perfectamente en lo descrito por Lucas, eran personas que se consideraban como justos; es decir, que se convencían así mimos de que hacían lo correcto delante de Dios y eso lo llevaba a ver con menosprecio a las demás personas, todo lo contrario a lo que Pablo instruyó en Filipenses 2:3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;

 

10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano (recaudador de impuestos).

Jesús presenta al mismo tiempo a dos hombres de la parábola, una vez más pone de ejemplo a dos personajes contrarios (antagónicos), que subían al templo a orar a la misma hora. Lucas no menciona en que horario del día era, pero los historiadores dicen que regularmente la gente asistía a orar en el templo en uno de los 2 (dos) horarios que ellos llamaban la “hora de oración pública”, que era a las 9 (nueve) de la mañana y a las 3 (tres) de tarde (Hech. 3:1). Y como el templo de Jerusalén se encontraba en lo alto de montaña, no importaba geográficamente de que parte la gente venía al templo, siempre sería un camino de subida.

 

Los fariseos eran el grupo religioso y político más grande de Israel, surgieron después del regreso de los judíos del cautiverio en Babilonia, con la intención de que el pueblo no volviera a desobedecer la Palabra de Dios, pusieron normas y reglas humanas muy estrictas que no estaban en la Ley, creando una religión de reglas y prohibiciones humanas alejadas del propósito de la Palabra de Dios. La palabra, "fariseo", significa "separado", y al principio, su idea era la de separarse de todo pecado, y de las cosas que eran impuras ante Dios, pero se terminó volviendo una religión que se oponía al ministerio de Jesús.

 

Los publicanos eran los cobradores de impuestos en Israel, eran muy despreciados, no solo por llevar a cabo la recolecta de los impuestos en forma desproporcionada ya que en la mayoría de los casos, cobraban más de lo que correspondía, haciendo de eso una forma de enriquecimiento ilícito, como fue el caso de Zaqueo (Lc 19:8), pero además eran considerados por los judíos como traidores a Israel, ya que eran judíos también, pero recolectaban impuestos para el imperio romano que los había conquistado y los oprimía.

 

11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo (a solas) de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos (malhechores, malvados), adúlteros, ni aun como este publicano (recaudador de impuestos);

Como a los fariseos les gustaba “ser vistos de los hombres” cuando oraban (Mt. 6:5), se quedó puesto de pie, probablemente al centro del patio donde entraban los judíos en un lugar muy visible para que todos pudieran apreciar que estaba orando.

 

Jesús enfatizó que el fariseo que no estaba orando a Dios, sino que oraba “consigo mismo”, solo usaba el nombre de Dios, pero toda su oración se va a tratar de él mismo, aunque la presenta con una falsa humildad de agradecimiento a Dios, pero es solo gratitud aparente, por eso Jesús dice que en realidad no estaba orando a Dios, sino así mismo, mostrando su corazón arrogante y egoísta que tenía, solo usaba el nombre de Dios para exaltarse así mismo, ya que no reconoce que Dios hubiera hecho algo por él, sino que muestra con el “soy”, que piensa que lo que ha conseguido lo ha hecho pro su propio esfuerzo y de allí su orgullo de “no ser como los otros hombres”, él se creía distinto a todos los demás, ninguno era como él.

 

Para exaltase en su oración, se compara con hombres con pecados evidentes como ladrones, injustos (malhechores) y adúlteros, quizá pecados que él consideraba graves, y si lo eran, pero el fariseo consideraba que eran pecados que él no cometía, sin reparar que ellos buscaban un beneficio económico con mujeres vulnerables como las viudas como dice Mateo 13:14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación, lo que lo convertía en ladrón.

 

Se jactaba de no ser injusto, sin entender que la injusticia en su máxima expresión era despreciar la justicia de Dios para establecer su propia justicia, y creer que era capaz de presentarse como justo delante de Dios en base al cumplimiento de la ley, a sus obras y acciones, ni entraban al reino de Dios, ni dejaban entrar a sus seguidores como dice Mateo 23:13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando, lo que lo hacía un hombre verdaderamente injusto.

 

Se sentía ajeno al pecado de adulterio, ya que consideraban adultero a la persona que físicamente tenía una relación íntima con alguien más que no fuera su cónyuge, sin considerar el adulterio en el corazón como lo explicó Jesús en Mateo 5:27-28 27Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón, lo que lo hacía también un adultero.

 

Este equivocado fariseo, en su arrogancia espiritual, se enorgullecía de no ser como el publicano, al que despreciaba por su oficio y su traición a su pueblo.

 

12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos (la décima parte) de todo lo que gano.

En su simulada oración a Dios, que en realidad hablaba consigo mismo, el fariseo se auto presume el ser un ayunador constante, era un ayuno voluntario el que practicaban ya que la Ley solo pedía que ayunaran el día de la expiación (Lv. 16:29-31), pero, según los historiadores, los fariseos habían implementado ayuno los días lunes y jueves, para ir más allá de la ley y así, justificarse a ellos mismos.

 

El diezmo en la ley establecido para Israel (Lv. 27:30-33 y Dt 14:22-29), era de los granos o cereales, que comprendía los frutos más comunes como el trigo y la cebada, también se diezmaba del aceite y del vino, pero no era necesario diezmar de todo, como hierbas aromáticas por ejemplo, de allí que Jesús ya les hubiera recriminado antes ese hecho como les dijo en Lucas 11:42 Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello, en general los fariseos hacían alarde de su “piedad” diezmando también de ellas, diciendo que deberían de ser incluidas en el apartado “los granos” y así enseñaban a sus seguidores, queriendo llevar el mandamiento a un extremo para aparentar ser más justos que otros, a pesar de ser algo que Dios no había pedido.

 

13 Mas el publicano (recaudador de impuestos), estando lejos (que se había quedado a cierta distancia), no quería ni aun (no se atrevía ni a) alzar los ojos (la vista) al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a (ten compasión de) mí, (que soy) pecador.

El publicano muestra una actitud muy diferente a la del fariseo, se veía a el mismo como un pecador que en busca de la misericordia de Dios, se sentía tan indigno que se quedó lejos, lejos del patio donde los demás estaban de tal manera que las personas no lo vieran, y evitando levantar su mirada al cielo, mostrando una profunda reverencia a Dios y Su santidad, con su rostro inclinado al suelo muy probablemente avergonzado. Además, se golpeaba el pecho en señal de tristeza y dolor por su condición, y oraba a Dios reconociéndose como pecador, en el griego original hace mas énfasis al decir “se propicio a mí, el pecador”, considerándose a sí mismo como el peor de los pecadores, de la misma manera que lo hizo Pablo cuando escribió en 1 Timoteo 1:15 Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.

 

El publicano en su oración, no le pide a Dios por misericordia, sino que le pide una sola cosa, que sea propicio a él, por lo que vemos que entendía que era necesario un sacrificio de sangre que cubriera su pecado, ya que cuando Dios dio instrucciones para la construcción del tabernáculo (que después se convirtió en el templo), había instruido la elaboración del arca del pacto (Ex. 25:10-22) que pondrían en el lugar santísimo, por un lado esa arca de madera de acacia cubierta de oro tendría dentro las tablas de la ley, que mostraban la demandas de Dios debido a su santidad, y sobre ellas estaría una cubierta (tapa) de oro llamada propiciatorio, sobre esa cubierta dos querubines tocándose con sus alas uno a otro, pero con sus rostros mirando el propiciatorio, quizá como un símbolo de ser los guardianes de la gloria de Dios; por lo tanto, mirando las tablas de la ley que condenaban a los pecadores.

 

Pero una vez al año, en el día de la expiación, se hacía un sacrificio, y con la sangre de ese animal sacrificado, el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo y rociaba la sangre sobre el propiciatorio, haciendo expiación por el pecado, de tal modo que el propiciatorio (tapa) quedaba cubierto con sangre, y en una forma figurativa, los querubines, guardianes de la santidad de Dios, ya no veían las tablas de la ley que inculpaban a los pecadores, sino que veían la sangre del sacrificio por encima de ellas.

 

La palabra griega para “propicio” (Lc. 18:13) es la Strong 2433 <jiláskomai>. La traducción griega del Antiguo Testamento, conocida como la Septuaginta, usa esa palabra para traducir la palabra hebrea <kappuret> (relacionada a la palabra “expiación”, que es kippur). Esta palabra griega, <jilasterion>, usualmente se traduce como “propiciación” en el Nuevo Testamento. “Propiciación” ocurre solamente unas cuantas veces en el Nuevo Testamento. Una de ellas en Romanos 3:25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, Refiriéndose a Cristo y a su obra de redención, Pablo dice que Dios puso a Cristo “como propiciación”. Cristo es el sacrificio aceptable por nosotros, el cual satisface las demandas de Dios en la Ley.

 

Una actitud de reconocerme pecador delante de Dios como lo hizo el profeta Isaías en Isaías 6:1-8 1En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. 6Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. 8Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí, donde primero se reconoce como pecador de labios inmundos, y hasta después que le fue quitado su pecado, y quedó limpio delante de Dios, es que pudo decirle a Dios que lo enviará a él como profeta.

 

14 Os digo que este (el publicano) descendió (regresó) a su casa justificado antes que el otro (el fariseo); porque cualquiera que se enaltece (engrandece, se cree más importante que los demás), será humillado; y el que se humilla será enaltecido (engrandecido).

Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro. Jesús establece la conclusión de su enseñanza parabólica, diciendo que el publicano, quien desde la perspectiva humana no tenía derecho posibilidades de ser justificado, terminó siendo justificado, ya que reconoció que era pecador y que necesitaba que Dios le cubriera su pecado por medio de la sangre de un sacrificio (que le fuera propicio), en contraste con el fariseo, que el mismo se consideraba digno de ser justificado, y quien aparentaba tener una vida modelo, no lo fue.

 

Dios si fue propicio al publicano, quien descendió de la presencia de Dios con el veredicto de que no era culpable y que por lo tanto no tendría culpa ni castigo por los pecados que cometió, no lo declaró inocente, sino justificado; es decir, que era culpable, pero Dios le cubrió su pecado con la sangre del sacrificio (de Cristo) y fue declarado justo, y alcanzó la gracia de Dios por la fe, mientras que el fariseo que había subido confiando en su propia justicia, descendió condenado por su pecado como dice Romanos 10:3 Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios.

 

Porque cualquiera que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido. Jesús termina con una amorosa advertencia sobre las consecuencias del orgullo y de la humildad. La altivez de espíritu; es decir el enaltecerse de sí mismo producirá una dolorosa caída como dijo Salomón en Proverbios 16:18 Antes del quebrantamiento es la soberbia, Y antes de la caída la altivez de espíritu, y por otro lado la bendición de un corazón humilde es que a su debido tiempo será exaltado pro Dios como dice Isaías 66:2 Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra, por eso Jesús decía que aprendamos de Él en Mateo 11:29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.

 

Aplicación Práctica: Acercarnos confiadamente a Dios como nos invita el autor de Hebreos en Hebreos 4:16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro, pero con la condición correcta, en humildad como la de este publicano que pedía que Dios le fuera propicio (Lc. 18:13), y por la causa correcta que es pedir la justicia de Dios que es Cristo como la viuda (Lc. 18:3).

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