Friday, August 4, 2017

Génesis 23 Testimonio o Patrimonio



Objetivo: Ayudar al jóven a aprender a través del ejemplo de Abraham a ser un testimonio como “príncipe de Dios” y no buscar un patrimonio para vivir como “príncipe de este mundo”.

Versículo a memorizar: “Óyenos, señor nuestro; eres un príncipe de Dios entre nosotros; en lo mejor de nuestros sepulcros sepulta a tu muerta” Génesis 23:6

Introducción: Este pasaje nos muestra una representación de Jesucristo como el Cordero sustituto por los pecados del Hombre, es decir; como una figura anticipada de lo que Cristo haría más adelante.

Desarrollo:
1. Los años de la vida de Sara. (v. 1)
1  Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara.
Sara fue la única mujer de la biblia cuya edad cuando murió está escrita; nos da una idea de su valor en los planes y las promesas de Dios. Dos veces se menciona a Sara como un ejemplo en la Escritura. (Is. 51:1-2 ; 1 Pe. 3:3-6).

2. El duelo de Abraham. (v. 2)
2 Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla.
Abraham hizo duelo y lloró por la  muerte de su mujer, pero su tristeza no fue como aquella de los que no tienen esperanza como dice 1 Tesalonicenses. 4:13 Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. El llanto por la muerte de algún familiar es una muestra de nuestra cercanía con esa persona y del dolor que causa el efecto del pecado que trae castigo a la naturaleza humana.

3. Un lugar para sepultura. (v. 3-9)
3 Y se levantó Abraham de delante de su muerta, y habló a los hijos de Het, diciendo:
4 Extranjero y forastero soy entre vosotros; dadme propiedad para sepultura entre vosotros, y sepultaré mi muerta de delante de mí.
Siendo extranjero y forastero, Abraham no tenía tierras como propiedad; pero al morir Sara, Abraham buscó un lugar donde enterrarla. Tampoco tenía la necesidad de poseer alguna tierra ya que Dios le había prometido que se la daría en heredad.

5 Y respondieron los hijos de Het a Abraham, y le dijeron:
6 Oyenos, señor nuestro; eres un príncipe de Dios entre nosotros; en lo mejor de nuestros sepulcros sepulta a tu muerta; ninguno de nosotros te negará su sepulcro, ni te impedirá que entierres tu muerta.
Abraham llevaba años viviendo en la región, y se había ganado el reconocimiento de sus habitantes como un principe (nasiy: alguien exaltado) de Dios; por lo que respondieron positivamente a su pedido.

7 Y Abraham se levantó, y se inclinó al pueblo de aquella tierra, a los hijos de Het,
8 y habló con ellos, diciendo: Si tenéis voluntad de que yo sepulte mi muerta de delante de mí, oídme, e interceded por mí con Efrón hijo de Zohar,
9 para que me dé la cueva de Macpela, que tiene al extremo de su heredad; que por su justo precio me la dé, para posesión de sepultura en medio de vosotros.
Abraham no estaba pidiendo nada regalado; él estaba dispuesto a pagar el precio justo por la propiedad, ya que era un principe de un Dios justo. Pero lo terrenal se quedara, rdebemos recordad que nuestra esperanza esta en la heredad eterna que recibiremos como hijos de Dios en los lugares celestiales como dice Hebreos 11:9-10 9Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

4. La negociación con Efrón. (v. 10-20)
10 Este Efrón estaba entre los hijos de Het; y respondió Efrón heteo a Abraham, en presencia de los hijos de Het, de todos los que entraban por la puerta de su ciudad, diciendo:
11 No, señor mío, óyeme: te doy la heredad, y te doy también la cueva que está en ella; en presencia de los hijos de mi pueblo te la doy; sepulta tu muerta.
12 Entonces Abraham se inclinó delante del pueblo de la tierra,
13 y respondió a Efrón en presencia del pueblo de la tierra, diciendo: Antes, si te place, te ruego que me oigas. Yo daré el precio de la heredad; tómalo de mí, y sepultaré en ella mi muerta.
Abraham no aceptó la oferta. Si no la pagaba, no tendría el derecho legal sobre esta propiedad, y le podría ser quitada tan fácilmente como le fue dada.  Abraham fue sabio, y no aceptó un regalo comprometedor.  El estaba dispuesto a pagar el precio justo. 

14 Respondió Efrón a Abraham, diciéndole:
15 Señor mío, escúchame: la tierra vale cuatrocientos siclos de plata; ¿qué es esto entre tú y yo? Entierra, pues, tu muerta.
Al final, Efrón aceptó venderle su heredad, pero le puso un precio muy alto. 

16 Entonces Abraham se convino con Efrón, y pesó Abraham a Efrón el dinero que dijo, en presencia de los hijos de Het, cuatrocientos siclos de plata, de buena ley entre mercaderes.
17 Y quedó la heredad de Efrón que estaba en Macpela al oriente de Mamre, la heredad con la cueva que estaba en ella, y todos los árboles que había en la heredad, y en todos sus contornos,
18 como propiedad de Abraham, en presencia de los hijos de Het y de todos los que entraban por la puerta de la ciudad.
Abraham aceptó sin regateos el precio, y pagó 400 siclos de plata por el terreno.

19 Después de esto sepultó Abraham a Sara su mujer en la cueva de la heredad de Macpela al oriente de Mamre, que es Hebrón, en la tierra de Canaán.
20 Y quedó la heredad y la cueva que en ella había, de Abraham, como una posesión para sepultura, recibida de los hijos de Het.
La Escritura dedica todo este capítulo a la descripción del lugar de sepultura de Sara por su importancia al ser el lugar donde Isaac e Ismael sepultaron luego a Abraham. (Gn. 25:9) Isaac y Rebeca, fueron sepultados aquí junto con Lea la esposa de Jacob, (Gn. 49:30–31) y donde José sepultó también a Jacob (Gn. 50:13).

Aplicación práctica:
1)    De la muerte de Sara: que los que hemos creido en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, moriremos con esperanza de que nos prometió vida eterna. (1 Juan 2:25)
2)    De Abraham: Tener un testimonio de “principe de Dios” siempre será mejor que tener un amplio patrimonio y ser conocido como “Principe del mundo”. (1 Juan 2:17)

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