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Versículo a memorizar: “Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.” Lucas 7:13
Introducción:
Lucas mencionó que el principal ministerio de Jesús era la enseñanza, y nos dio un ejemplo a detalle de esas enseñanzas en lo que se conoce como el sermón del llano, después, retomó el relato del ministerio de Jesús que hacía señales que confirmaban que Él era el Mesías esperado, sanó al siervo de un centurión, mostrando que tenía autoridad sobre las enfermedades, incluso a distancia, y ahora Lucas nos relata un evento que solo aparece en su evangelio, sobre la resurrección del hijo de una viuda, donde Jesús muestra que también tiene autoridad sobre la misma muerte, que era último enemigo a vencer como lo dice 1 Corintios 15:26 Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.
Desarrollo:
Vs. 11-13 El encuentro del Autor de vida con la muerte
11 Aconteció después (al día siguiente), que él iba a la ciudad (pueblo) que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
Aconteció después. La expresión que usa Lucas en griego, coloca este relato inmediatamente después de la sanidad del siervo del centurión romano que aconteció en Capernaúm, y en enlaza los 2 (dos) relatos, el siervo moribundo, y el joven muerto de este pasaje.
Que él iba a la ciudad que se llama Naín. La ciudad de Naín se encuentra a 50 Km al suroeste de Capernaúm, a pocos kilómetros de la ciudad de Nazaret, esta es la única mención que se hace en la biblia de este poblado, se identifica actualmente con la ciudad de Nein en Israel. El recorrido caminando sería de alrededor de 8-10 horas, por lo que podemos asumir que salieron muy temprano de Capernaúm y llegaron a Naín al atardecer.
E iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. Los doce que había seleccionado de entre sus discípulos, y que eran también llamado apóstoles, seguramente iban con Él, ya que ese llamado era para que estuviesen permanentemente con Jesús (Mr 3:14), le seguirían también Sus otros discípulos, así como una multitud, de los que le buscaban para oírle y para ser sanados (Lc 6:17).
12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto (muerto), hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad. Las ciudades generalmente estaban encerradas en muros y había accesos principales a ellas por medio de puertas, que, por lo general, eran donde llevaban a cabo comercio con otros pueblos y de donde despachaban los asuntos internos de la ciudad.
He aquí. Es una forma de escribir de Lucas para invitarnos a poner toda nuestra atención en los detalles del relato.
Que llevaban a enterrar a un difunto. Así que, en ese acceso a la ciudad, se encuentran dos grupos, con Jesús vienen sus discípulos y una multitud que llegan con gozo, y probablemente escuchando sus enseñanzas y con mucha expectativa de lo que Jesús les mostraría, y enfrente viene un grupo llego de dolor y tristeza que va a enterrar a un muerto.
No parece una coincidencia, sino una providencia; es decir, un evento que Jesús planeó y preparó anticipadamente, de tal manera que ese día, en ese lugar y a esa hora, se diera el encuentro del “Autor de la vida” (Hech 3:15) con la muerte, de la misma manera que planeo el encuentro con la mujer samaritana como dice Juan 4:4 Y le era necesario pasar por Samaria, o cuando Abraham necesitaba un animal como sustituto de Isaac, y allí mismo se encontraba un carnero atorado con sus cuernos en un zarzal (Gn 22:13), o como cuando Rut, la moabita salió a juntar espigas a un campo y resultó que ese campo era de Booz (Rut 2:3), quien se convertiría en su esposo, entre muchos otros ejemplos bíblicos.
Según los historiadores, en el cortejo iba delante las plañideras, que eran mujeres que se contrataban para para llorar en los funerales, en seguida los flautistas que iban tocando música de funeral, y detrás de ellos los familiares cercanos, en este caso, solo la madre, en seguida, el fallecido envuelto en lienzos que iba siendo cargado por 4 (cuatro) personas en una especie de camilla, y al final, los familiares, amigos, o vecinos que se unían al dolor de la familia por su pérdida.
Hijo único de su madre. Lucas detalla la condición de esa madre que llevaba a enterrar a su hijo, menciona que era su único hijo, esa palabra “único” viene del griego Strong 3439 <monogénes> que significa, unigénito, único nacido, y aparece 9 (nueve) veces en el Nuevo testamento, 5 (cinco) de ellas refiriéndose a Jesús como el Unigénito del Padre (Jn 1:14, 1:28, 3:16. 3:18 y 1 Juan 4:9) y las otras 4 (cuatro) referencias como sigue:
Lucas 7:12. Este hijo de la viuda que es resucitado por Jesús y que se lo devuelve a su madre
Lucas 8:42. La hija de Jairo que fue resucitada por Jesús y se la entrega a sus padres
Lucas 9:38. El hijo endemoniado al que Jesús libera y se lo devuelve a su padre
Hebreos 11:7. En referencia de Abraham que ofreció a Isaac su hijo único, y que Dios suplió un carnero para el sacrificio, e Isaac pudo regresar con su padre.
La cual era viuda. Eso significa que, esa mujer se había quedado sin el esposo con anterioridad y ahora con la pérdida del hijo, que quedaba sin alguien que pudiera sustentarla, además de que había perdido la posibilidad de perpetuar la línea familiar. En esa época y en esa región, una mujer viuda y sin hijos tendría muchas dificultades para poder sostenerse económicamente por si sola, además de que a partir de ese momento quedaría completamente sola.
Jesús se dirige a ese joven en el versículo 14 con la palabra griega Strong 3495 <neanískos>, que significa un joven adulto de menos de 40 años, por lo que no era un niño, ni un adolescente, se encontraba ya en su edad productiva, lo que confirma la idea de que la viuda había perdido el sostén de su casa, y su única protección.
Y había con ella mucha gente de la ciudad. Quizá esa familia era muy apreciada en el pueblo, o simplemente, la mucha gente de la ciudad que la acompañaba al entierro de su único hijo, lo hacía por entender la tragedia a la que se estaba enfrentando esta mujer.
13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció (tuvo compasión) de ella, y le dijo: No llores.
Y cuando el Señor la vio. Esta es la primera vez que Lucas se describe a Jesús como “el Señor”, quizá porque en este relato, Jesús el Señor sobre la muerte.
De todo ese cortejo fúnebre, Jesús se fijó su mirada en aquella mujer, en su rostro lleno de dolor, casi con seguridad lleno de lágrimas que mostraban lo abatida que se encontraba su alma, y la tragedia a la que se estaba enfrentando.
Se compadeció de ella. La palabra compasión viene de la palabra griega Strong 4697 <splanjnízomai> que significa, sentir que las entrañas anhelan, sentir lástima por alguien de lo más profundo del ser, ese dolor puede producir el deseo de ser movido a misericordia, es decir; a hacer algo por esa persona para aliviar su dolor, y eso es lo que el corazón compasivo de Jesús tuvo por esa mujer y su situación, una profunda empatía por el dolor que esa mujer estaba experimentando y un anhelo de ayudarle en su miseria.
Bien dice el escritor de hebreos que Jesús, como Sumo Sacerdote, se compadece de nuestras debilidades, como dice Hebreos 4:15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado, y en este contexto de Lucas es cuando Jesús nos mandó a ser misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso (Lc 6:36)
Y le dijo: No llores. Es probable que Jesús y sus seguidores se detuvieran a un costado del camino, para dejar pasar a el contingente fúnebre que venía de frente, pero llegó un momento donde la mujer quedo frente a Jesús, quien tomó la iniciativa hablarle y darle una palabra de autoridad, ya que el verbo está en imperativo, pero lleno de amor y compasión, que se puede traducir como “deja de llorar”, esas palabras han de haber confundido a la mujer, porque se le pedía que dejara de llorar, pero sus circunstancias en la que estaba no había cambiado nada, pero Jesús si sabía lo que estaba a punto de hacer.
V. 14 La Palabra de vida
14 Y acercándose, tocó el féretro (camilla); y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.
Y acercándose, tocó el féretro. Jesús nuevamente toma la iniciativa, y Él es quien se acerca al féretro.
Tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Jesús tocó el féretro como una señal para que el cortejo fúnebre se detuviera y eso aconteció, la procesión de detuvo.
Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Ante la expectativa y sorpresa de los discípulos de Jesús, las multitudes que los seguían, el cortejo fúnebre que se había detenido y sobre todo la de la madre de ese joven, Jesús pronunció un mandato a ese joven, el de levantarse, que implica resucitar de entre los muertos. Pablo lo describió, no solamente alguien que tiene vida como Adán, sino alguien que da vida como dice 1 Corintios 15:45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
Notemos la soberanía de Dios en este relato, la mujer no le pidió a Jesús que resucitara a su hijo, ni siquiera se menciona que ella hubiera tenido fe, no hubo ancianos judíos que le rogaran a Jesús que hiciera algo por ellos como si lo hicieron con el siervo del centurión, por lo que dependió completamente de la voluntad de Jesús hacerlo, como dice Romanos 9:16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
Ahora notemos la autoridad de Jesús sobre la muerte, autoridad para generar vida, ya que no se estaba dirigiendo a un cuerpo enfermo, sino a un cuerpo muerto, una persona que no tenía forma de reaccionar ante tal mandamiento, este joven solo podía obedecer tal mandato si viniera del que llama a las cosas que no son como si fueren como dice Romanos 4:17b … el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
Notemos el poder de Jesús en las 3 (tres) resurrecciones registradas en la Escritura, a la hija de Jairo que había muerto le dijo “Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate” (Mr 5:41), a su amigo Lázaro que llevaba tres días muerto le dijo “¡Lázaro, ven fuera!” (Jn 11:43) y a este joven le dijo “Joven, a ti te digo, levántate”, en todas las veces Jesús tuvo que limitar su mandato solamente a la persona que quería resucitar, y es que el poder de su Palabra es tan grande, que sí solo hubiera dicho, levántate o resucita, todos los muertos, de todos los tiempos resucitarían al instante, lo que si sucederá más adelante como dice Apocalipsis 20:12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
Y por último, notemos la deidad de Jesús, para resucitar a este joven, no oró al Padre, como si lo tuvo que hacer el profeta Elías para resucitar al hijo de la viuda de Sarepta (1 Rey 17:17-24), como lo tuvo que hacer el profeta Eliseo cuando resucitó al hijo de la sunamita (2 Rey 4:18-37) o como lo tuvo que hacer el apóstol Pedro cuando Dios resucitó a Dorcas en Jope (Hech 9:36-43), ni se echó sobre el cuerpo del joven como hizo apóstol Pablo al resucitar e Eutico en Troas (Hech 20:7-12). La sola Palabra de Jesús bastó para darle vida a un muerto, mostrando que Jesús es la vida misma como dice Juan 1:3-5 3Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Vs. 15-17 Las reacciones
15 Entonces se incorporó (se sentó) que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio (entregó) a su madre.
Entonces se incorporó que había muerto, y comenzó a hablar. El joven resucitó, regresó a la vida, y lo mostró incorporándose y hablando, ya no había una razón por la que el joven estuviera distante de su madre, así que Jesús personalmente se lo entregó a su madre.
Y lo dio a su madre. Jesús tenía el derecho de propiedad sobre la vida de ese joven, ya que Él lo había regresado de entre los muertos, y ahora se lo regala a su madre.
Ya no se nos dice nada de la madre, pero podemos imaginar cómo pasó del dolor y la angustia, al gozo y agradecimiento.
16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban (alababan) a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado (venido en ayuda) a su pueblo.
Y todos tuvieron miedo. Este milagro produjo un temor reverente, ya que se dieron cuenta que estaban frente al dador de vida, todos tuvieron miedo; es decir, los 3 (tres) grupos, los discípulos, las multitudes que seguían al Señor, y el cortejo fúnebre que se vio interrumpido por este prodigio.
Y glorificaban a Dios. Ese temor reverente se convirtió rápidamente en una explosión de alabanza a Dios, manifestando la alegría que les produjo ser testigos oculares de aquel tan relevante hecho.
Diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. La alabanza a Dios era producto de que entendían dos cosas; que Jesús era un profeta de Dios, y que Dios había manifestado Su presencia divina en ese milagro, sin embargo, no alcanzaron a comprender que el Mesías (ungido) que tanto esperaban, estaban frente a ellos.
17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
Este milagro de resurrección que realizó Jesús, se difundió rápidamente por todas las regiones de Israel, e incluso, a las regiones circunvecinas que no eran parte de Israel; es decir, con los gentiles.
Resumen del Objetivo: Observar la soberanía de Jesús, que sin haberle pedido su intervención y sin que alguien mostrara algún tipo de fe, intervino para resucitar al joven muerto, vemos también su absoluta la autoridad, aun sore la muerte quien era el último enemigo a vencer, además de observar cómo tuvo que limitar su poder para que solo ese joven resucitara y por último, vemos claramente su deidad, al no tener que orar al padre, sino, solo decir dar instrucciones de vida al joven para que se levantara de entre los muertos.
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