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Objetivo: Evaluar si la Palabra de Dios está teniendo un efecto transformador en nuestras vidas que nos permite obedecerla y no tan sólo conocerla.
Versículo a memorizar: ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.”. Lucas 10:36-37
Introducción:
Jesús está su camino final a Jerusalén (Lc. 9:51), mando a los 70 (setenta) con una misión específica de sanar enfermos y anunciar el evangelio en los poblados donde Él iría, esos discípulos quienes regresaron contentos ya que aun los demonios les obedecían cuando usaban el nombre de Jesús, pero Él les recordó que el verdadero gozo debe de venir del entendimiento de que sus nombres inscritos en los cielos.
Jesús en ese momento alabó al Padre porque la revelación de Cristo como el Salvador del mundo no se las dio a los que se creen sabios y entendidos en las cosas de este mundo, sino a los de corazón sencillo como el de un niño, y en ese contexto es que Lucas relata un encuentro de Jesús con un intérprete de la Ley.
Desarrollo:
Vs. 25-28. La instrucción de la Palabra
25 Y he aquí un intérprete (maestro) de la ley se levantó y dijo, para probarle (ponerlo a prueba): Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré (tendré, alcanzaré) la vida eterna?
Y he aquí. Lucas continua su relato con un evento que sucedió cuando Jesús había apartado a sus discípulos (quizá los 70 más los 12) y les había dicho cuan bienaventurados eran por ver y oír lo que los reyes y los profetas desearon ver y no pudieron.
Un intérprete de la ley. Este podría ser un Fariseo o un Escriba, también conocidos como maestros de la ley, que casi con seguridad había estudiado en algún centro de estudios judíos, y eran de quienes los maestros tomaban las interpretaciones y las enseñaban al pueblo.
Este interprete de la ley sería uno de los que Jesús dijo que eran los que se creen “sabios y entendidos” (Lc. 10:21) y de los cuales Dios había escondido su revelación.
Se levantó y dijo, para probarle. Tanto los escribas como los fariseos eran abiertos opositores de Jesús, por lo que ya se habían presentado algunos de ellos para hacerle preguntas difíciles a Jesús con la intención de hacerle caer en una contradicción, o una respuesta que no concordara con la enseñanza de ellos para poder sacar provecho, y así poder acusarle de desviarse de la ley, y esta no fue la excepción.
Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? La pregunta del intérprete de la ley deja ver el pensamiento judío de hacer algo (en singular) para alcanzar la vida eterna, ellos enseñaban que la vida eterna se obtenía por el esfuerzo personal en el cumplimiento de la ley y por ser descendientes de Abraham.
26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
Jesús no le contestó su pregunta, en su lugar le hizo dos preguntas para que el mismo la contestase, ya que aparentemente su pregunta era muy sencilla si él era interprete de la ley, Jesús le pregunta que dice la Escritura con respecto a la obtención de la vida eterna, no le refiera a las tradiciones orales y a sus interpretaciones sobre el tema, sino que lo manda única y directamente a la Escritura para que de allí de su respuesta, ya que la Palabra de Dios no cambia según las épocas, los lugares, o las interpretaciones personales, sino que permanece con la misma firmeza con la que se escribió desde el principio.
Pero le hace una segunda pregunta de cómo lee, viene de la palabra griega <anaginósko> que significa conocer, saber, entender, informar, cerciorarse, comprender. Jesús la uso 13 veces, siempre para ayudarnos a comprender el propósito de la ley, no sólo lo que la letra dice literalmente. “¿No habéis leído?” (Mr. 2:25).
27 Aquel, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
Aquel, respondiendo, dijo. Es decir, el intérprete responderá con dos textos bíblicos del pentateuco (los primeros 5 libros de la Biblia) ya que fue a la Biblia a donde Jesús lo refirió.
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente. La primera cita que responde está muy parecida en Deuteronomio 6:5 Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Este texto era uno muy familiar para Israel, que se recitaba 2 (dos) veces al día como parte del “Shema”; es decir del “Oye Israel” que incluía Deuteronomio 6:4 Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es, y que era y sigue siendo un texto que se pone en pequeños pergaminos dentro de un estuche en las puertas de las casas.
Ese amor que Dios requiere por ser Dios, debe ser del más alto grado, por eso se repite 4 (cuatro) veces la palabra todo, comenzando con todo el corazón, que es el centro de la voluntad del hombre, con una convicción y decisión firme de amarlo, pero también con toda el alma; es decir, con todas las emociones o sentimiento de nuestro ser, así como con todas nuestras fuerzas, con todo el poder que una persona sea capaz de amar, en una entrega incondicional y sin reservas, y por último, ese amor debe ser con la mente; es decir, de forma racional, con el entendimiento, con un razonamiento lógico de lo que estamos haciendo.
Y a tu prójimo como a ti mismo. El intérprete de la ley añadió un texto más sobre el amor al prójimo, el de Levítico 19:18 No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.
28 Y le dijo: Bien has respondido (contestado); haz esto, y vivirás (tendrás la vida eterna).
Y le dijo: Bien has respondido. La respuesta del Intérprete de la ley fue correcta, de hecho, tenemos un encuentro anterior de Jesús con otro de ellos y Jesús mismo fue quien contestó algo parecido, pero la pregunta era sobre el mayor mandamiento como dice Mateo 22:34-40 34Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. 35Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: 36Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
El amar verdaderamente a Dios traerá como consecuencia amar al prójimo como dice 1 Juan 4:20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
Haz esto, y vivirás. Jesús le está diciendo que si quería ir por el camino de la Ley, tendría que guardarla completamente para vivir; es decir, para tener vida eterna, pero sabemos que la ley no fue dada para cumplirla, sino para acusarnos de pecado y ver nuestra necesidad de un salvador como dice Romanos 3:20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado, por lo que Jesús lo está llevando a que reconozca primero que cumplir esos mandamientos es imposible para la naturaleza humana, y después pueda ver por la fe en Jesús en Aquel que lo puede salvar como dice Gálatas 3:19-22 19Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. 20Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno. 21¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. 22Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.
Vs. 29-37. La implicación de la Palabra
29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
Quizá este interprete de la ley fue confrontado por la respuesta de Jesús y su conciencia le acusaba que no estaba amando a su prójimo de esa manera, por lo que le hace esta pregunta.
El concepto de prójimo para los religiosos de esa época, especialmente para los fariseos, estaba muy limitado, consideraban a su prójimo solo a aquellos que guardaban la ley, y las tradiciones de los ancianos, a los judíos que no lo hacían los veían con desprecio y mucho más a los samaritanos y gentiles que ni siquiera tenían ley que guardar.
Además, habían malinterpretado la ley de amor al prójimo y así la enseñaban, Jesús tuvo que corregir eso en Mateo 5:43-47 43Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?
30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron (le asaltaron, le robaron); e hiriéndole (y golpeándole), se fueron, dejándole medio muerto.
Respondiendo Jesús, dijo. Jesús le va a responder con una parábola y una pregunta, es una parábola muy sencilla de fácil entendimiento, pero la enseñanza es muy profunda, recordemos que la pregunta inicial era que debía hacer para heredar la vida eterna (Lc. 10:25), y de hecho todas las parábolas de Jesús, de alguna forma o de otra tienen que ver con el plan de salvación.
Un hombre. El primer personaje de la parábola es un hombre del que no se nos dice más, si era un peregrino que regresaba de Jerusalén o era un comerciante que cambiaba de ciudad, ni si era judío, samaritano o gentil, pero como la parábola se la está contando a un judío, podemos presumiblemente asumir que era un judío.
Descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones. Como Jerusalén se encuentra en una montaña, había que descender a Jericó (que se encuentra debajo del nivel del mar), y era un recorrido de unos 24Km, y al ser un camino rocoso y de mucho tránsito, era fácil para los ladrones esconderse entre las rocas, por lo que era bien sabido que ese camino era muy peligroso porque se producían muchos asaltos.
Los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Esos asaltantes actuaron violentamente, despojándole de su ropa para quedarse con las pertenencias que llevara en ellas, y fue brutalmente golpeado de tal forma que quedo herido de muerte; es decir, en un estado que si no recibía atención pronta moriría.
31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo (siguió su camino).
Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino. El segundo personaje en la parábola era un sacerdote, que para poder ser sacerdote era necesario que fueran de la tribu de Leví, pero también de la casa Aarón, este descendía de Jerusalén, quizá de cumplir con su servicio (servían en el templo 2 semanas seguidas cada 24 semanas, más las 3 semanas de fiestas anuales), de ser así, venía de haber ofrecido muchos sacrificios a Dios en el templo, era una persona que conocía la ley de Dios y el mandamiento de amar al prójimo.
Y viéndole, pasó de largo. Claramente vio al hombre y la condición en la que se encontraba, no nos dice porque no le ayudo, simplemente se pasó de largo como si no lo hubiera visto, mostrando su corazón lleno de religión y liturgias, pero alejado del amor.
32 Asimismo un levita (ayudante del templo), llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo (siguió su camino).
Asimismo un levita. Entra en el relato el tercer personaje, un levita, los levitas eran de la tribu de Leví, pero que no eran de la casa Aarón, por lo que no podían ser sacerdotes, pero se encargaban de todas las otras funciones que los servicios en el templo requerían como; darle mantenimiento al templo, abrir y cerrar las puertas, elevar los salmos en el santuario (cantores), debido a eso es que también conocían de la ley de Dios y del mandamiento de amar al prójimo.
Llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. De este no sabemos de qué dirección venía, pero llegó al lugar del incidente, también vio al hombre y la condición en la que se encontraba y al igual que el sacerdote paso de largo, mostrando también un corazón lleno de religión, de servicio, de canticos a Dios, pero sin amor.
33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia (compasión);
Pero un samaritano. Con la introducción del cuarto y último personaje de la parábola, el relato da un giro inesperado, no solo para el intérprete de la ley, sino también para los que estaban escuchando a Jesús contarla.
Los samaritanos y los judíos no se llevaban entre si (Jn. 4:9) estaban enemistados, los judíos los consideraban como israelitas mestizos (mezclados); por lo tanto, de menor clase, desde que el reino del norte se volvió a la idolatría y fue conquistado por el imperio Asirio, quienes trajeron extranjeros con los que se casaron y de mezclaron, los samaritanos usaban solo el pentateuco (los primeros 5 libros de la Biblia) mas otros libros y tradiciones adoptadas de las religiones paganas, tenían su propio templo, sus festividades en fechas diferentes a los judíos y la adoración en el monte Gerazín y no en Jerusalén como los judíos. Es enemistad empeoró cuando los judíos trataban de restaurar Jerusalén y el templo y los samaritanos los saboteaban para que eso no ocurriera, por todo eso se habían hecho grandes enemigos unos de los otros.
Que iba de camino. Al ser Samaritano no iba o venía de Jerusalén para adorar, por lo que casi con seguridad se trataría de un comerciante que compraba o vendía cosas entre cuidades y pasaba por ese camino.
Vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia. Este también paso cerca del hombre desnudo, herido y moribundo y también lo vio como el sacerdote y el levita, la diferencia es que no paso de largo, sino que fue movido a compasión y a misericordia.
La compasión es el sentimiento de tristeza que produce el ver padecer a alguien y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, mientras que la misericordia es la acción de ofrecer esa ayuda.
34 y acercándose, vendó (curó) sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón (pequeño hotel, alojamiento), y cuidó de él.
Y acercándose. No se preguntó si era judío, samaritano o gentil, quizá por la condición del hombre ni si quiera se podía dar cuenta, simplemente determinó ayudarlo.
Vendó sus heridas. Puso tiras de ropa sobre las heridas, quizá tuvo que rasgar alguna prenda que llevaba puesta para hacer los vendajes.
Echándoles aceite y vino. Estos eran también usados como elementos medicinales, el aceite suavizaba las heridas y el vino como antiséptico para destruir los gérmenes por su contenido de alcohol, estos elementos los obtuvo también de las provisiones que llevaba para su propio viaje.
Y poniéndole en su cabalgadura. El solo tomó al malherido y lo subió a su cabalgadura, que debía ser un burro o una mula (muy difícilmente, en esa época y lugar sería un caballo), lo que implica que el samaritano tuvo que hacer el siguiente recorrido a pie junto al animal sosteniendo al herido.
Lo llevó al mesón. Lo llevó a un lugar donde podría hospedarle, no eran hoteles lujosos, sino pequeños lugares para que los peregrinos pasaran la noche, muchas veces solo habitaciones en casas particulares.
Y cuidó de él. Lo que implica que estuvo despierto toda la noche, ayudándole en sus necesidades básicas, que proveyó para aquel hombre comida y cuidados adicionales a sus heridas.
35 Otro día al partir, sacó dos denarios (monedas de plata), y los dio al mesonero (encargado del alojamiento), y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
Otro día al partir. Entiéndase “al día siguiente” (como dicen la mayoría de las traducciones), el samaritano no podía seguir cuidando del hombre herido, pero tampoco estaba él en condiciones de salir del mesón.
Sacó dos denarios. Un denario era una moneda de plata que equivalía al salario diario de un jornalero, pero según los historiadores, en esa época, esos 2 (dos) denarios podían cubrir el equivalente de hasta a dos meses de hospedaje.
Y los dio al mesonero. Podemos asumir que aquel encargado del alojamiento era conocido del Samaritano, quizá era un lugar donde debido a su trabajo se alojaba frecuentemente.
Y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. El samaritano le pide al mesonero que cuide del hombre herido, y que, si en caso de que esos cuidados o la recuperación de aquel hombre superara el gasto pagado, que el samaritano se lo repondría cuando regresare.
36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
Jesús no interpreta su parábola, sino que, por segunda ocasión, le hace una pregunta al intérprete de la ley, comparando el actuar del sacerdote, del levita y del samaritano.
37 Él dijo: El que usó de misericordia (compasión, se ocupó) con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Él dijo: El que usó de misericordia con él. La pregunta del intérprete de la ley había sido ¿quién es mi prójimo? (Lc. 10:29) quizá buscando que Jesús le delimitara un grupo de personas cercanas a él a las cuales podía amar, pero después de la parábola, Jesús le pregunta ¿quién fue el prójimo del hombre herido?, la respuesta era obvia y el intérprete de la ley la contestó diciendo “el que usó misericordia” (parece que ni siquiera pudo decir “el samaritano), lo que tuvo que llevarlo concluir que prójimo es todo aquel ser humano que nos encontremos en nuestro camino que tenga una necesidad y la forma de mostrar el amor de Dios es amando al príximo como nos amamos a nosotros mismos, o como quisiéramos que nos trataran a nosotros en una condición semejante.
Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo. Jesús le contesta su segunda pregunta de la misma forma que la primera cuando dijo “Haz esto, y vivirás” (Lc. 10:28) y ahora lo dice “Ve, y haz tú lo mismo”, ambas con la misma intención, la de ayudar a ver a este interprete de la ley su pecado, había quebrantado el mandamiento durante años, poniendo el legalismo antes que el amor, y si no tenía amor para el prójimo, era evidencia que tampoco amaba a Dios, al igual que el sacerdote y el levita de la parábola.
En alguna ocasión tratando de ofender y difamar a Jesús le dijeron que era samaritano y que tenía demonio como dice Juan 8:48-50 48Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio? 49Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis. 50Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca, y juzga, Jesús les contradijo el hecho de que no tenía demonio, pero no les dijo ni les reprocho nada sobre su acusación de que era samaritano, ciertamente no lo era, era de la tribu de Judá, pero ese comentario no le afecto en nada, ya que, para nosotros, basados en esta parábola, Jesús vino a ser nuestro “buen samaritano.”
El intérprete de la ley quería heredar la vida eterna, pero por el cumplimiento de la ley, con esta enseñanza Jesús le dice que no es por alguna obra sino por misericordia que se obtiene la vida eterna. Eso es lo que Dios hizo al enviar a Jesús al mundo para llevar a cabo el plan de salvación, y de la misma manera que hizo el samaritano, Jesús nos tomó mal heridos y sin esperanza, sano nuestros males, entrego de lo suyo para dárnoslo a nosotros, cargo en Él nuestras llagas y heridas espirituales como dice Isaías 53:4-6 4Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. 5Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. 6Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Aplicación Práctica: Evaluar si la Palabra de Dios está teniendo un efecto transformador en nuestras vidas que nos permite obedecerla y no tan sólo conocerla.
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