Y los nueve, ¿dónde
están?
Lucas 17:11-19
|
Objetivo: Comprender
la importancia del necesario agradecimiento en respuesta al milagro de Dios en
nuestras vidas como evidencia de una fe genuina.
Versículo a memorizar: Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que
fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?” Lucas 17:17
Introducción: Jesús vienen de enseñarle a sus discípulos que inevitable que haya
tropiezos en la vida cristiana ya que sin duda en algún momento nos encontremos
desobedeciendo a Dios, pero que le iría muy mal a aquellas personas que
estuvieran tropezando a otros en su fe, también les que deberían de perdonar
siempre las ofensas de otros, y que para eso no necesitaban mucha fe, sino una
pequeña como un grano de mostaza pero puesta en el gran Dios que tenemos, y
concluyó al enseñanza mostrándoles a sus discípulos la privilegiada posición de
siervos (esclavos) que tenemos delante de nuestro Dios, que todas nuestras
fuerzas deben emplearse al servicio a Cristo, recordando nuestra condición de
siervos, y cuando hayamos hecho lo que se nos mandó hacer, debemos decir
“siervos inútiles somos” (Lc. 17:10).
Desarrollo:
11 Yendo (En
camino) Jesús a Jerusalén,
pasaba entre Samaria y Galilea.
Lucas vuelve a mencionar a Jerusalén como el destino final de Jesús, donde
el mismo dijo que iba padecer y a morir y a resucitar al tercer día (Lc. 9:22)
y hacía a donde había afirmado su rostro (Lc. 9:51), pero Lucas ahora es más
específico en geografía donde este evento se llevó a cabo, un lugar entre la
frontera entre Samaria y Galilea, este dato es importante ya que veremos que
hay una convivencia entre leprosos judíos con un leproso samaritano.
Los judíos (de Judea o de Galilea) no se llevaban entre
con los Samaritanos (Jn. 4:9), de hecho estaban enemistados, los judíos los
consideraban como israelitas mestizos (mezclados); por lo tanto, de menor
clase, desde que el reino del norte se volvió a la idolatría y fue conquistado
por el imperio Asirio, quienes trajeron extranjeros con los que se casaron y se
mezclaron, los samaritanos usaban solo el pentateuco (los primeros 5 libros de
la Biblia), más otros libros y tradiciones adoptadas de las religiones paganas,
tenían su propio templo, sus festividades en fechas diferentes a los judíos y
la adoración en el monte Gerazín y no en Jerusalén como los judíos (2 Rey 17).
Es enemistad empeoró cuando los judíos trataban de restaurar Jerusalén y el
templo y los samaritanos los saboteaban para que eso no ocurriera (Es. 3), por
todo eso se habían hecho grandes enemigos unos de los otros.
12 Y al entrar en una aldea (pueblo), le
salieron al encuentro diez hombres leprosos (enfermos de la piel), los
cuales se pararon de lejos
Jesús, sus discípulos y casi con seguridad alguna multitud que le seguía
estaban entrando a alguna aldea judía de la región, y le salieron al encuentro 10
(diez) leprosos que por la enfermedad que tenían no podían habitar dentro de la
aldea, sino que vivián en cuevas o enramadas que ellos mismos levantaban para
refugiarse de la intemperie, lo que los mantenía lejos de su familia, de sus
amigos, del templo y de las sinagogas, además al no poder trabajar, dependían
de que se les acercara comida y sustento para vivir fuera del pueblo.
La lepra
es una enfermedad infecciosa crónica producida por una bacteria que afecta especialmente
al sistema nervioso, a la piel y los ojos, de la que en ese tiempo no había
cura. El tiempo de incubación era largo, podía ser hasta de 8 (ocho) años, y
causaba lesiones en la piel y en los nervios, de tal forma que la imagen de la
persona se deterioraba mucho por las llagas y por la falta de irrigación en la
sangre, y se volvían insensibles al dolor, por esta razón, a los enfermos sacaban
de la ciudad y lo mandaban a vivir en lugares solitarios (Nm. 5:2), para evitar
que las demás personas se contagiaran y solo podían convivir con otros
leprosos.
Lo
sacerdotes eran las personas asignadas para diagnosticar la lepra, ya que había
otras enfermedades de la piel que podrían parecerse, pero una vez que las
personas eran diagnosticadas con lepra, tenía que rasgar sus vestidos, llevar
su cabeza y boca cubiertas e ir gritando
“¡Inmundo! ¡Inmundo!” como dice Levítico 13:44-46 44leproso
es, es inmundo, y el sacerdote lo declarará luego inmundo; en su cabeza tiene
la llaga. 45Y el leproso en quien hubiere llaga llevará vestidos
rasgados y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo! ¡Inmundo! 46Todo
el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; estará impuro, y habitará
solo; fuera del campamento será su morada.
Esa es la
razón por la que esos leprosos se pararon lejos, para guardar cierta distancia
entre ellos y Jesús con sus acompañantes.
13 y alzaron la voz (gritaron), diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia (compasión) de nosotros!
Y alzaron la voz. Por la
distancia y por la desesperación en la que se encontraban, comenzaron a dar
grandes gritos para ser escuchados y con más razón si Jesús iba en medio de una
multitud.
Diciendo: ¡Jesús, Maestro! La forma en la que llaman a Jesús
por nombre y se refieren a él como “maestro” que viene de la palabra griega
Strong 1988 <epistátes> que significa alguien que es nombrado
sobre otro, alguien que está por encima, como un comandante; es claro que le
conocían, o por lo menos habían escuchado de Él, nadie más en esa época iba
rodeado de multitudes, quizá habían escuchado de la sanidad de un leproso en
una de las ciudades cercanas de Galilea (Lc. 5:12-13) a quien Jesús tocó y le
dijo que fuera limpio y al instante la lepra se fue de él; o incluso, es muy
probable que cuando sucede este encuentro con Jesús, ya había resucitado a
Lázaro (Jn. 11:43), noticia que se ha de haber difundido por toda aquella
región.
¡Ten misericordia de nosotros! Ellos entendieron que esa era su
oportunidad para recibir la gracia y misericordia de Dios para ser sanados de
su aflicción física y tener la posibilidad de reincorporarse a la sociedad. No
le ruegan que los sane, simplemente que tenga compasión de ellos.
Y es que es la misericordia de Dios que se renueva cada
mañana por la que no somos consumidos como dice el profeta Jeremías en Lamentaciones 3:22 Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca
decayeron sus misericordias, que bendición es saber que nuestro Dios es abundante en
misericordia como dice Efesios
2:4 Pero Dios, que es rico en misericordia,
por su gran amor con que nos amó.
14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos (preséntense) a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados (sanados).
Cuando él los vio. Un solo grito bastó para que los oídos de misericordia
hicieran que la mirada de gracia fuera sobre ellos, y entonces su boca llena de
compasión les hablara.
Les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Jesús en esta ocasión no les toca,
no se acerca a ellos, no les declara sanidad inmediata, no les da una palabra
de esperanza, simplemente les da una instrucción, que fueran a presentarse
delante de los sacerdotes, ya que ellos eran los encargados de revisar y
declarar si un leproso estaba limpio o no. En las ciudades judías podría
encontrarse sacerdotes, por lo que no era necesario ir hasta el templo en
Jerusalén.
Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. La fe de ellos fue puesta a prueba,
las llagas en su cuerpo aún estaban allí, la enfermedad no se había ido; pero
tenían que creer que lo que Jesús les mandaba hacer, les beneficiaba, además
era algo que si podían hacer, no les pidió hacer algo imposible.
De la misma manera que Dios le dijo a Josué que cruzara
el Jordán rumbo a la tierra prometida cuando el rio estaba muy caudaloso y no
querían pasar, pero no fue sino hasta que las plantas de los pies de los
sacerdotes que iban cargando el acra tocaron el rio es que el rio Jordán se
abrió y pudo pasar todo el pueblo en seco (Jos. 3:13); es decir, hasta que
obedecieron vieron el milagro ocurrir.
O cuando el profeta Eliseo mando a Naamán el General sirio
que estaba leproso a lavarse 7 (siete) veces en el rio Jordán para ser limpio
de la lepra (2 Rey. 5:10), y Naamán enfurecido no quería ir y decía que el
conocía mejores ríos que el de Israel, hasta que sus siervos le hicieron ver
que lo que el profeta había mandado no era algo difícil, Naamán fue lo hizo y
quedo limpio de la lepra y quedo convencido de dijo que en toda la tierra no
había Dios, sino sólo en Israel (2 Rey. 5 15).
De la misma manera estos 10 (diez) leprosos, mientras obedecían
e iban en busca del sacerdote, es que fueron quedando limpios.
Los líderes religiosos incluidos los sacerdotes negaban
que Jesús era el Mesías esperado, el que llegaran con ellos tantos leprosos
limpiados al mismo tiempo, esa una señal de amor para ellos también, los
ex-leprosos harían una ceremonia que duraba 8 días, incluyendo presentar un
sacrificio el templo, los sacerdotes haría un ritual muy parecido a cuando los
sacerdotes eran nombrados para el sacerdocio. Esa ceremonia de purificación de
leprosos nunca la habían hecho, estaba en la ley de Moisés, específicamente en
Levítico 14, la conocían, la habían estudiado, pero nunca la habían hecho,
ellos sabían que solo Dios podía limpiar la lepra, como fue el caso de Naamán
el Sirio (2 Rey. 5) y de María la hermana de Moisés (Nm. 12), así que cuando
llegaran esos ex-leprosos a los sacerdotes del templo, sería de testimonio para
ellos, de que Jesús si era el Mesías (Ungido) que había estado esperando.
Aplicación Práctica: El obedecer a Dios siempre tiene bendiciones, muchas
veces queremos que nuestros problemas matrimoniales, familiares, laborales,
etc. se resuelvan de inmediato, pero muchas veces esas soluciones vendrán como
resultado de obedecer a Dios en lo poco, en hacer el devocional diario, es
asistir constantemente a la Iglesia, simplemente en hacer lo que Dios nos manda
cuando Él lo manda.
15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió,
glorificando (alabando)
a Dios a gran voz,
En su camino de obediencia es que fueron limpiados los 10
(diez) (Lc. 17:17), sin duda todos notaron el milagro es sus cuerpos, pero uno
de ellos, al verse limpiado de la lepra, puso en pausa su camino en busca del
sacerdote y regreso a donde Jesús se encontraba, volvía al Salvador y lo hacía
gritando alabanza a Dios, sin importar lo que las personas pensaran de él. Así
como grito por misericordia, de la misma manera grito alabanzas a Dios a su
regreso.
Los presentes pudieron ser testigos de otro milagro de
Jesús, y de como aquel hombre reconocía que la misericordia de Dios le había
llegado por medio de Jesús.
16 y se postró rostro en tierra (se arrodilló) a sus
pies, dándole gracias; y este era samaritano.
Y se postró rostro en tierra a sus pies. Cuando el ex-leproso estuvo frente a
Jesús, cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, en un claro acto de reconocimiento
de la deidad de Jesús, el estar arrodillado ante Jesús era una clara expresión
de adoración que Jesús no se la impidió.
Dándole gracias. El ex-leproso reconoce a Jesús como su sanador y le da
gracias a Él, si ese milagro solo podía venir de parte de Dios, el concluyó que
Jesús era Dios y el que debía recibir su adoración y agradecimiento.
Y este era samaritano. Para los judíos los samaritanos no
tenían ningún derecho de ser atendidos por Dios, recordemos que, durante el
viaje de Jesús a Jerusalén, una ciudad de samaritanos había rechazado recibir a
Jesús (Lc. 9:53), pero ahora uno de ellos viene a rendirse a los pies de
Cristo.
17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados (sanados)? Y los nueve, ¿dónde están?
18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria (alabanza) a Dios sino este extranjero?
Jesús ahora dirige sus palabras a todos los presentes que
pudieran escucharle, haciendo notar que ninguno de los 9 (nueve) judíos sanados
regresaron a agradecer a Jesús, sino solo el extranjero (samaritano). Los
judíos en general eran herederos de las bendiciones de Dios, de los pactos y de
las promesas, pero rechazaron adorar a quien es la base de esas bendiciones, de
esos pactos y de esas promesas a Jesús.
19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe (confianza en mí) te ha
salvado.
Jesús ahora se dirige al extranjero samaritano agradecido
que esta arrodillado delante de Él, le pide que se levante y le expresa que su
fe puesta en Jesús, agradeciendo y adorándolo, le ha hecho salvo, la palabra
“salvado” viene de la palabra griega Strong 4982 <sózo> que es la
raíz de <Sóter> (Salvador), <sózo> significa poner a
alguien fuera del peligro y a salvo, principalmente usada en la Escritura para
referirse a los creyentes de ser rescatados de poder y consecuencias del pecado,
algunas traducciones ponen “te ha sanado”, como también esa palabra puede
traducirse, pero no parece ser la mejor traducción en este pasaje, ya que los
10 (diez) fueron sanados, y solo el que regresó reconociendo a Jesús como Señor
fue salvo.
<Sozó>, es la misma palabra que le dice
Jesús a la mujer de flujo de sangre, que ya que había sido sanada y después
confesó que había sido ella la que tocó el manto de Jesús y el Señor le
respondió “Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz” (Lc. 8:48) o cuando Jesús
haciendo referencia a la salvación (y no a la sanidad) dijo en Mateo 24:13 Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo.
Este Samaritano ahora no solo fue sano de su enfermedad y
podrá incorporarse a la sociedad, sino que también es salvo de su pecado, y heredará
por gracia la vida eterna, aun no siendo judío, sino extranjero, en su
obediencia fue sano, pero en su volver a los pies de Cristo fue salvo, este es
el más grande milagro de este pasaje.
Aplicación Práctica: Si estás buscando a Jesús para que te mejore esta vida
temporal (que te arregle tu matrimonio, que tengas una buena relación con tus hijos,
que tengas un mejor trabajo), quizá lo consigas, pero te estarías perdiendo la
eternidad, que es la razón por la que Cristo vino a la tierra en forma de
siervo.
Y los nueve, ¿dónde están?, fue solo uno, el samaritano que tuvo
obediencia y gratitud con adoración, los otros 9 (nueve) solo tuvieron
obediencia, a ellos la obediencia les permitió ser sanados e incorporarse a la
sociedad, pero la ingratitud de un corazón arrogante y el no reconocer a Jesús
como Dios, les impidió ser salvados.
La ingratitud a Dios enorgullece al hombre y oscurece su
corazón como dijo Pablo en Romanos
1:21-23 21Pues
habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias,
sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue
entenebrecido. 22Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y
cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre
corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
El merecimiento, el creer que merecemos algún favor de
Dios, lleva al hombre a ser malagradecido y alejarse de Dios o por lo menos a
quejarse de lo que Dios hace, como el pueblo de Israel, que era provisto
diariamente de parte de Dios del maná que descendía del cielo y se quejaban de
la provisión de Dios diciendo Números
11:4b-6 …4b¡Quién
nos diera a comer carne! 5Nos acordamos del pescado que comíamos en
Egipto de balde (gratis), de los pepinos, los melones, los puerros (cebolla larga), las cebollas y los ajos; 6y ahora nuestra alma se seca; pues
nada sino este maná ven nuestros ojos.
Debemos
dar gracias a Dios en todo porque esa es Su voluntad como dice 1 Tesalonicenses
5:18 Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con
vosotros en Cristo Jesús, démosle gracias a Dios por nuestra familia, por la iglesia que te sembró,
por los alimentos que puedes disfrutar, por los dones que te ha dado con los
que le puedes servir, y por el crecimiento espiritual que nos da como Iglesia,
de la misma manera que agradecía Pablo a Dios en 1
Corintios 1:4-9 4Gracias doy
a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo
Jesús; 5porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en
toda palabra y en toda ciencia; 6así como el testimonio acerca de
Cristo ha sido confirmado en vosotros, 7de tal manera que nada os
falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; 8el
cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el
día de nuestro Señor Jesucristo. 9Fiel es Dios, por el cual fuisteis
llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.
Aplicación Práctica:
Comprender la importancia del necesario agradecimiento en respuesta al milagro
de Dios en nuestras vidas como evidencia de una fe genuina.