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Versículo a memorizar: “Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.” Lucas 7:50
Introducción: El relato de Lucas viene de mostrar que Jesús tenía autoridad sobre las enfermedades, incluso a la distancia, lo que mostró al sanar al siervo de un centurión en la ciudad de Capernaum, sin la necesidad de haberlo visto; demostró que Jesús tenía autoridad para resucitar muertos, al resucitar al hijo de una viuda en la ciudad de Naím, y que continuaba con su ministerio de anunciar el reino de Dios a los pobres de espíritu, de mostrar su gracia y misericordia a la gente, sanando a los enfermos, liberando demonios e incluso haciendo milagros que implicaban crear cosas, como darle vista a los ciegos, respondiendo las dudas de Juan el Bautista con eso, dejándole saber que Él era el Mesías que había de venir, que no era necesario esperar a otro, y que; aunque los líderes religiosos rechazaban tanto a Juan como a Jesús, la sabiduría de Dios por medio del mensaje de ellos, estaba siendo justificada al estar produciendo hijos de Dios para su reino.
Desarrollo:
Vs. 36-38. El acontecimiento
36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Los fariseos, eran los líderes políticos y religiosos del pueblo, vivían una vida de aparente piedad, intentando cumplir la ley de moisés, y para distinguirse de las demás personas, se vestían diferente, la gran mayoría de ello veían a Jesús como un adversario, y de hecho su relación empeorará mientras Jesús avance su ministerio, uno de ellos, llamado simón (v. 40) invito a Jesús a que comiese con él, al parecer por este relato, el fariseo quizá lo invito con alguna mala intención la de encontrarle alguna falta, o simplemente, tenía interés de conocer más a Jesús, ya que su fama que se extendía cada vez más en aquella región, de la extensa cantidad de milagros que hacía y de las enseñanzas que predicaba, incluso en las sinagogas.
El fariseo tenía interés de conocer personalmente a aquel de quien estaba hablando todo el pueblo, y a quien el consideraba como un profeta (v. 39), debido a eso le solicitó insistentemente (eso significa la palabra rogó) que comiese con él.
Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. La manera de comer en esa época, es muy diferente a la que conocemos ahora, las mesas eran muy bajitas y estaban rodeadas de un diván (un sofá sin brazos), donde la gente se recostaba sobre el brazo izquierdo y comía con el brazo derecho, mientras los pies quedaban alejados de la mesa, esto es muy importante para poder entender mejor como la mujer tuvo fácil acceso a los pies de Jesús (v. 38) mientras comía.
37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora (de muy mala fama), al saber (cuando se enteró) que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con (lleno de) perfume;
Entonces. Lucas precisa que, lo que va a relatar, sucede en ese mismo momento donde Jesús se encuentra a la mesa.
Una mujer de la ciudad. Muy probablemente este relato sucede en Capernaum donde Jesús llevo a cabo la mayoría de su ministerio, sin embargo, Lucas no es muy específico sobre esta mujer, no nos da nombre, ni estado social, debido a que su énfasis lo quiere hace en Jesús y no en los personajes que lo rodean en esta historia.
Que era pecadora. Lucas no detalla la naturaleza del pecado de esa mujer, es poco probable que fuera un pecado interno como celos o envidia, más bien parece apuntar a un pecado exterior que la gente notaba, y de allí que ella tenía mala fama, quizá se tratara de un pecado de inmoralidad, pero no lo podríamos afirmar ya que Lucas no lo detalla.
Al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo. El hecho de que Jesús estaba en la ciudad no sería difícil de saberlo, por la fama que tenía en ese momento, pero saber que estaba en una comida en casa del fariseo, eso es algo más específico, esta mujer sabía que no sería bienvenida en ese lugar, de hecho, corría el riesgo de que la corrieran al irrumpir en la casa del fariseo, pero al parecer, nada de eso la detuvo.
Trajo un frasco de alabastro con perfume. Para ir a Cristo, ella tomó un frasco de alabastro con ungüento, los perfumes eran guardados en un recipiente en forma de pera hechos de piedra de alabastro que es de color blanco, esos frascos quedaban completamente sellados con una tapa cementada del mismo material, para evitar que el ungüento se evaporase, lo que los hacía algo muy fino y por consiguiente, muy caros, en otro pasaje de la Biblia, se calcula que tenía un costo de 300 denarios (Mr 14:5), es decir; 300 monedas de plata que equivalían a 300 (trecientos) salarios de un jornalero en esa época. Era común que las mujeres los poseían como una especie de patrimonio o herencia, al mismo nivel que las perlas o las gemas preciosas, si en algún momento se encontraban desprotegidas por viudez o divorcio, esos frascos de alabastro de perfume los podían vender rápidamente y poder sustentarse por un tiempo.
38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar (empapar) con lágrimas sus pies, y los enjugaba (secaba) con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía (derramaba) con el perfume.
La mujer entró a la casa del fariseo donde se estaba llevando a cabo de la comida, identificó a Jesús de inmediato, eso implica que ya lo conocía, quizá había oído algunas de sus enseñanzas, o su llamado al arrepentimiento como dice Marcos 1:14b-15 14b… Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, 15diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.
Y estando detrás de él a sus pies. La forma en la que se reclinaban a comer, le facilitó a esta mujer acceder a Jesús por detrás y tirarse a sus pies, ya que estos quedaban hacia afuera.
Llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies. Lucas no comenta cual era la causa del lloró, pero fácilmente podemos suponer que eran lágrimas de arrepentimiento por los pecados cometidos, o lágrimas de agradecimiento por conociendo que Jesús no rechazaba a los pecadores, sino que los recibía y los restauraba como sucedió con la mujer que habían sorprendido en adulterio como dice Juan 8:10-11 10Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? 11Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. Las lágrimas de la mujer que caían sobre los pies de Jesús eran abundantes, lo sabemos porque Lucas usa el verbo de llorar en participio, que habla de una actividad constante, por lo que no fue un pequeño lloro, sino uno continuo, y además, Lucas usa el verbo regar, del griego Strong 1026 <bréjo>, que tiene el significado de mojar con lluvia, por lo que las lágrimas de la mujer empaparon los pies de Jesús.
Y los enjugaba con sus cabellos. Es muy probable que la misma mujer se vio sorprendida por la cantidad de lágrimas que salían de sus ojos al estar a los pies de Jesús, y no teniendo con que secarlos, uso sus cabellos como toalla para secar los pies de Jesús, tuvo que retirarse el velo con el que las mujeres de esa época se cubrían la cabeza y soltarse el cabello para poder usarlo.
Ese acto debió sorprender al fariseo anfitrión, y a todos los comensales, ya que el hecho de que una mujer se soltara el cabello frente a quienes no eran sus familiares, era algo reprochable, se consideraba como algo indecoroso, esto sin considerar que el cabello era algo que las mujeres estimaban mucho, y ella lo estaba usando para secar los pies de Jesús, que tenían polvo del camino ya que no habían sido limpiados cuando llego (v. 44), lo que al contacto con las lágrimas se debió hacer una especie de lodo que ella estaba limpiando con su cabello, además, lavar los pies de los invitados era un servicio que realizaban los esclavos de más baja categoría, quizá ella misma se consideraba así.
Y besaba sus pies. Este acto también era algo que hacía la mujer contantemente, no fue un par de besos en los pies, sino besos continuos de respeto y afecto, que no dejaba de hacer (v. 45), una muestra de la intensidad del amor que tenía esta mujer por Cristo.
Y los ungía con el perfume. El frasco de alabastro había sido roto, y el perfume o ungüento que tenía estaba siendo derramado a los pies de Jesús, lo que era para ella y muchas mujeres un verdadero tesoro, estaba siendo ofrecido como un acto de adoración al Señor, aunque debemos notar que primero se entregó ella en arrepentimiento y luego le entregó el perfume ante Aquel, del que no recibía rechazo.
V. 39. El pensamiento
39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado (invitado), dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería (sabría) quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora (de mala fama).
Cuando vio esto el fariseo que le había convidado. El fariseo como todos los presentes vio claramente la escena, de una mujer pecadora, que estaba tocando a Jesús y llorando sobre sus pies, secándolos con sus cabellos, besándolos y ungiéndolos con perfume.
Dijo para sí. Lo que observó lo llevó a una equivocada conclusión, que no quiso expresarla audiblemente, sino que solo lo pensó y es que estaba haciendo un juicio en base a lo que veía sin conocer bien ni a la mujer ni a Jesús, por eso mismo Jesús dijo en Juan 7:24 No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.
Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. El equivocado juicio del fariseo era que Jesús no era profeta, ya que, a su parecer, si Jesús fuera profeta, sabría la mala reputación de aquella mujer y no se dejaría tocar por ella, algo que sin duda el fariseo haría, y esperaba que Jesús se comportara como él.
Vs. 40-42. La ilustración
40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di (te escucho), Maestro.
Es muy probable que desde que entró la mujer a aquella casa y postró a los pies de Jesús, todos hubiesen estado mirando sin decir ni una sola palabra, solo se escuchaban los sollozos de esa mujer, por lo que, estas serían las primeras palabra oídas después de ese acontecimiento, y Jesús, no las dirige a la mujer, sino al fariseo.
Entonces respondiendo Jesús. La prueba de que Jesús si era un profeta, es que le responde a un pensamiento interno del fariseo, al que ahora Lucas le pone nombre, se llamaba Simón, quien juzgaba según las apariencias, pero Jesús conocía los pensamientos de Simón, como ya lo había hecho antes con los escribas y fariseos (Lc 5:22).
Le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Esta frase de Jesús debió despertar el interés de toda la audiencia, ya que lo que Jesús tenía que decirle, no era algo privado, sino que se lo diría en público.
Y él le dijo: Di, Maestro. En la mente de Simón el fariseo, Jesús había caído tan bajo que, ya no se refiere a Él como Señor, ni como profeta, sino como un simple maestro.
41 Un acreedor (prestamista) tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
Jesús le dice a Simón frente a toda una parábola, que es una enseñanza en forma de narrativa figurada de cosas de la vida cotidiana que revelan una lección espiritual; o de una manera más simple, una historia terrenal con una enseñanza espiritual.
Los dos deudores tenían un mismo acreedor, es evidente que, en la interpretación de la parábola, Jesús es el acreedor o el prestamista y que los dos deudores son la mujer pecadora y Simón el fariseo.
Un acreedor. Es un prestamista, es alguien que soporta una deuda, en esa época las deudas, o se pagaban, o el prestamista podía meter en la cárcel al deudor hasta que pagara su deuda.
La deuda en las parábolas de Jesús representan a los pecados de los hombres, por ejemplo en la parábola donde el rey quiso hacer cuentas con sus siervos (Mt 18:23-35), o en forma directa su usan como sinónimo de pecado, por ejemplo en la oración que se conoce como el padre nuestro, Jesús enseña en Mateo 6:12 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, mientras que Lucas registra la misma oración de la siguiente manera Lucas 11:4a Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben.
Tenía dos deudores. Ambas personas están en la misma condición de deuda, la diferencia va a estar en la cantidad del adeudo.
El uno le debía quinientos denarios. Un denario, equivalía a una moneda de plata, que es la que ganaba un jornalero por un día de trabajo, así que este deudor le debía al prestamista el equivalente a un año y medio de trabajo integro, sin usar nada para vivir, este deudor representa a personas como la mujer que se encuentra a los pies de Jesús, que han pecado tanto que muchas veces no se quieren acercar a Jesús porque piensan que para ellos no hay perdón de pecados.
Y el otro cincuenta. El segundo deudor debía solo 50 (cincuenta) días de trabajo integro, y aunque era también una deuda, comparada con la anterior, esta solo era el 10% y con más posibilidades de poderla liquidar, este deudor representa a personas como Simón el fariseo, que, aunque piensan que están cerca de Dios, sean bien portados, o tengan una religión, de cualquier forma, están en una deuda impagable delante de Dios.
42 y no teniendo ellos con qué (no podían) pagar, perdonó a ambos (a los dos). Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
Y no teniendo ellos con qué pagar. Esta es la parte más importante de la parábola, sin importar que un deudor debía 10 (diez) veces más que el otro, ninguno de los dos estaba en imposibilidad de pagar lo que debían, es esto, estaban en igualdad de condiciones, y eso pasa con todos los hombres como dice Romanos 3:23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, no hay una sola persona que no este en deuda con Dios, ya que es Dios el primer afectado de nuestros pecados y eso hace que, sin Cristo, estemos destituidos de la presencia de Dios, y como confirma Romanos 3:10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno, y la paga del pecado; es decir; están en imposibilidad de pagar la deuda, es la muerte como dice Romanos 6:23a porque la paga del pecado es muerte, pero ese mismo versículo termina con el perdón de pecados que hay en Cristo Jesús Romanos 6:23b … mas la dádiva (don/regalo) de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro, como está dispuesto a hacer el prestamista de la parábola con sus dos deudores.
Perdonó a ambos. Esta palabra perdón viene del griego Strong 5483 < jarízomai> que significa hacer un favor, otorgar una gracia, este procedimiento de los acreedores de perdonar deudas era algo muy inusual en esa época, casi con seguridad, los presentes no conocían a alguna persona a la que se le hubiera perdonado una deuda
Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? El verbo usado por Lucas para amar viene del griego Strong 25 <agapao>, del amor ágape, que no solo es un amor sacrificial, un amor desinteresado, que no espera nada a cambio, sino también uno que muestra gratitud.
Vs. 43-47. El acuerdo
43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado (tienes razón).
Simón respondió a la pregunta de Jesús, la parábola era tanto sencilla como clara, no requería una mucha interpretación, sin embargo; Simón pensó que quizá había alguna segunda enseñanza en la parábola de Jesús que no había podido ver, por lo que contesta con cierta timidez diciendo; “pienso”, como un “yo supongo”, y no da una respuesta concreta, aún así contestó correctamente, que aquel a quien perdonó más, por lo que Jesús le dice que había juzgado la parábola rectamente, no había duda que el acreedor sería más amado por el deudor que debía más, ya que había recibido una gracia más grande.
44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para (lavarme) mis pies; mas esta ha regado (bañado) mis pies con lágrimas, y los ha enjugado (secado) con sus cabellos.
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? La parábola parecía muy sencilla, lo que ha de haber tenido a los oyentes en expectativa de que más diría Jesús, pero Él no extendió más la parábola, sino que paso a la aplicación de la parábola, mirando a la mujer que aún seguía a sus pies, pero hablándole a Simón el fariseo, le pregunta “¿Ves esta mujer?”, ya que la va a poner como un ejemplo.
Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies. Cuando un invitado llegaba a alguna casa, el anfitrión le debía extender una atención elemental, la de ofrecerle agua para poder lavarse los pies, ya que el calzado en esa época no era de zapatos cerrados, se usaban sandalias, y los caminos no eran pavimentados, por lo que los pies se empolvaban con el simple hecho de caminar de un lugar a otro.
Regularmente un siervo joven hacía esa tarea, acercaba una vasija con agua y lavaba los pies de los invitados y los secaba con una toalla. Simón había sido descortés con Jesús al permitirle que se sentara a la mesa sin los pies lavados.
Mas esta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. Lo que Simón no hizo, lo hizo esta mujer, tirada a sus pies como el más sencillo de los siervos, sabiendo que no merece nada, le lavó y seco los pies a Jesús y no lo hizo con agua y toalla, si no con lágrimas y su cabello.
45 No me diste (saludaste con) beso; mas esta, desde que entré, no ha cesado (parado) de besar mis pies.
No me diste beso. Era normal y cortés que se saludara con un beso de paz al huésped que se invitaba a su casa, ese beso representaba el trato afectuoso que se le daría, lo que Simón no hizo.
Mas esta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. Una vez más, esta mujer había hecho lo que el fariseo dejo de hacer, ella no dejaba de mostrar con sus besos, el afecto que tenía por Jesús.
46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas esta ha ungido (derramado) con perfume mis pies.
No ungiste mi cabeza con aceite. Otra práctica de hospitalidad en esa época, era a de ofrecer unas gotas de aceite oloroso como perfume, que se ponía sobre la cabeza de los huéspedes, y con más razón cuando consideraban a los invitados como alguien importante, pero esto tampoco hizo Simón.
Mas esta ha ungido con perfume mis pies. Esta mujer le dio a Jesús mucho más que unas gotas de ungüento, le lleno los pies de ese perfume, el contraste entre cabeza y pies es evidente y parece que con toda la intención de Jesús de remarcar que la mujer se encontraba en humildad a sus pies, ella quizá llevó el perfume para la cabeza de Jesús, pero cuando estalló en llanto, lo único que tenía cerca eran los pies, y decidió allí usarlo.
47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama (poco amor muestra).
Jesús termina esta aplicación de la parábola de los dos deudores con una declaración final, el amor mostrado hacia Él, es la evidencia del entendimiento de los muchos pecados perdonados, aquellos que no comprenden la magnitud de la deuda que se les perdona, muestran poco amor al Señor.
Para el fariseo esa mujer seguía siendo una pecadora, para Dios, esa una pecadora perdonada, y ese entendimiento del perdón la llevó a los pies de Jesús y mostrarle su amor y agradecimiento con lágrimas y besos a los pies, y usando todo lo que tenía a su alcance para ofrecérselo a Jesús, como sus cabellos y su perfume de alabastro.
Dios no perdona a quien ama mucho, sino que, al que Dios perdona, y entiende la imposibilidad de haber podido pagar esa deuda, es que ama mucho, eso hizo esa mujer, en contraste estaba Simón el fariseo, quien pensaba que como era “cumplidor” de la Ley, Dios no tenía mucho que perdonarle, por tanto, tenía poco amor y agradecimiento que mostrar.
Vs. 48-50. La conclusión
48 Y a ella (a la mujer) le dijo: Tus pecados te son perdonados.
Por primera vez Jesús se dirige a esta mujer, y también tiene algo que decirle, y era que sus pecados habían quedado perdonados, ya había escuchado cuando Jesús le dijo a Simón que los pecados de ella eran perdonados, pero ahora Jesús de lo dice directamente, como algo definitivamente realizado, es el acreedor de la parábola diciéndole a su deudor que aquella deuda que le era imposible de pagar, quedaba completamente perdonada y libre de toda deuda. En ese mismo sentir es que Pablo le escribió a la Iglesia de Colosas en Colosenses 2:13-14 13Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne (sin haberse despojado de su naturaleza pecadora), os dio vida juntamente con él (Cristo), perdonándoos todos los pecados, 14anulando el acta de los decretos que había contra nosotros (anuló la deuda), que nos era contraria (adversa), quitándola de en medio y clavándola en la cruz,
49 Y los que estaban juntamente sentados (los invitados) a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este, que también perdona pecados?
Este acto de Jesús perdonando pecados, incomodo a los presentes, a los que estaban juntamente sentados a la mesa, como ya había pasado también con los líderes religiosos cuando Jesús sano y perdonó los pecados del paralitico que bajaron por el techo de una casa como dice Lucas 5:21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?, en ambas ocasiones sus duros corazones, no les dejaron ver que Jesús era Dios, que el mismo fue el que dijo en Juan 10:30 Yo y el Padre uno somos, y que podía perdonar pecados, pero en esta ocasión a la pregunta que comenzaron a decir ente ellos de; “¿Quién es este, que también perdona pecados?”, Jesús no les dio ni una sola palabra para ellos, continuó hablando con la mujer de la gracia que había recibido.
50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz (tranquila).
Jesús reconfirma que no fueron sus actos de amor para con Él, los que la habían salvado, sino la fe que Dios había depositado en aquella mujer, ya que la salvación siempre ha sido por fe como dice Efesios 2:8-9 8Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe, y que fue la fe la que hizo a esa mujer ir en busca de Jesús y rendirse a sus pies, para Simón, Jesús comenzó siendo un profeta y terminó como un maestro, para la mujer, si escuchó alguna enseñanza de Jesús, comenzó siendo un maestro y terminó siendo su Señor y Salvador.
La mujer podía ahora irse del lugar en paz, en plena calma, sabiendo que sus pecados le habían sido perdonados, la mujer había entrado con aflicción a aquella casa y ahora salía reconciliada con Dios y podía a partir de ese momento, anunciar al Dios de paz que la había reconciliado.
Es solo la fe puesta en Jesús la que puede salvar nuestro espíritu y nuestras almas como dice Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Aplicación Práctica: Oír con atención lo que El Señor tiene que decirnos.
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