Tuesday, July 30, 2024

Lucas 23:26-31 Llorad por vosotros mismos

 

Llorad por vosotros mismos

Lucas 23:26-31

Objetivo: Reflexionar al respecto de nuestra necesidad de llorar a tiempo y por la razón correcta.

 

Introducción: Pilato había determinado en tres ocasiones que Jesús era inocente (Lc. 23:4,14, 22), por lo que lo quería soltar, pero había decidido azotar a Jesús antes se hacerlo, quizá para que los líderes religiosos se fueran sintiendo que consiguieron algo contra Jesús, esos azotes eran injustos si no había encontrado ningún delito en Él.

 

Al apóstol Juan detalla ese castigo en Juan 19:1 Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó, mientras que los castigos judíos más severos en las sinagogas se limitaban a 40 latigazos menos 1, los azotes romanos no tenían límite, los realizaban con instrumento de tortura llamado “flagelum romano”, que partía de un palo o mango corto al que se le amarraban varias tiras que terminaban con bolas de plomo o dientes de animales o piedras, que producían terribles daños al golpear, y que en ocasiones se encajaban en la piel por lo que volvían a causar daño al regresar, después de esos terribles azotes el apóstol continua el relato en Juan 19:2-6 2Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; 3y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! y le daban de bofetadas. 4Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él. 5Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre! 6Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él.

 

Desarrollo:

26 Y llevándole (a Jesús a crucificarlo), tomaron (agarraron, echaron mano de) a cierto Simón de Cirene (ciudad al norte de África), que venía del campo, y le pusieron encima (obligaron a cargar) la cruz para que la llevase tras (detrás) Jesús.

Había sido dictada la sentencia por el pueblo que gritaba “¡Crucifícale!” (Mr. 15:14), Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, soltó a Barrabas y entregó a Jesús como dice Mateo 27:26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado, lo entregó a un centurión romano que estaba a cargo de cuatro soldados, quienes fueron lo que lo llevaron a la cruz (Jn. 19:23), cargando su propia cruz (Jn. 19:17) en dirección hacia el Gólgota, que significa lugar de la Calavera (Mt. 27:33).

 

Los condenados a la crucifixión tenían que llevar cargando sus propias cruces, (algunos historiadores creen que era la cruz completa y otros que era solo el travesaño; es decir, la madera horizontal llamada “patibulum”), lo que era muy cruel, ya que ellos cargaban sus propios instrumentos de tortura y muerte. Hay registros de que a los condenados se les ataba al cuello una tabla donde se escribía la causa de su condena, ya que querían hacerlo lo más vergonzoso posible para desanimar a la gente a cometer tales delitos. Los propios romanos lo consideraban como una muerte cruel y terrible, tan es así, que los ciudadanos romanos estaban exentos de ese tipo de muerte.

 

En ese camino entre el pretorio, que estaba dentro de la ciudad y el lugar de la crucifixión, que estaba cerca, pero fuera de la ciudad (Jn. 19:20), que es de poco menos de un kilómetro, al parecer, Lucas relata el hecho cuando habías salido de la ciudad, ya que dice que había un hombre que venía del campo a la ciudad de Jerusalén en ese momento como dice Marcos 15:21 Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz.

 

El agotamiento físico que mostró el Señor tuvo que ser evidente para los soldados, que obligaron a Simón a cargar la cruz de Jesús el último tramo, o por lo menos una parte de él. Es de entenderse y un de admirarse desde el punto de vista humano lo que pasó el Señor, pues llevaba las ultimas 15 horas desde que salió del aposento alto, pasando en agonía por el Getsemaní sudando gotas de sangre, siendo arrestado por la noche, compareciendo en tres juicios religiosos judíos en la madrugada y por la mañana, donde le golpearon y le escupieron, siendo llevado a tres juicios civiles romanos donde lo flagelaron sin ninguna consideración, le pusieron una corona de espinas, le abofetearon y lo pusieron a cargar una pesada cruz. Jesús, con todas las debilidades humanas, pero sin pecado, debió llegar a un momento que literalmente no hubiera podido seguir caminando con la cruz a sus espaldas flageladas.

 

El problema fue resuelto por los soldados romanos usando una ley de ocupación romana que le permitía a todo soldado exigir a cualquier ciudadano que llevase una carga durante una milla (Mt. 5:41). Mateo, Marcos y Lucas, registran que el hombre elegido para esa tarea se llamaba Simón y que era originario de una ciudad llamada Cirene, que era una ciudad costera al norte de África, en lo que hoy es el país de Libia, donde el libro de los Hechos menciona que había una numerosa colonia de judíos (Hch. 2:10; 6:9; 11:20; 13:1).

 

No es claro si Simón habitaba en Jerusalén o estaba allí solo por la fiesta de la Pascua como mucha gente en ese momento, y aunque no se relata más sobre él, si intercambió miradas o palabras con Jesús, o si le llevó la cruz hasta el Gólgota o solo por un tramo, si se quedó a la crucifixión de Jesús o se retiró una vez que los soldados lo liberaron de su encomienda, o si escucho las palabras de Jesús. Lo que sí sabemos, es que Marcos, en su relato, menciona a los hijos de Simón por nombre, Alejandro y Rufo (Mr. 15:21), lo que implica que eran conocidos de los lectores de Marcos, lo que ha llevado a la mayoría de los estudiosos a concluir que Simón de Cirene, después de este encuentro con Jesús, se hizo su discípulo, al igual que sus hijos, quienes eran conocidos en la Iglesia de Roma, incluso algunos piensan que es ese mismo Rufo, hijo de Simón de Cirene a quien Pablo cita en la despedida de la carta a los Romanos (Ro. 16:13).

 

Lucas termina relatando que Simón de Cirene llevaba la cruz siguiendo a Jesús, cumpliendo literalmente las palabras que Jesús había dicho en Lucas 9:23 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.

 

27 Y le seguía gran multitud (mucha gente) del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación (gritaban de tristeza) por él.

Ver a Jesús tan maltratado por la golpiza recibida, tan humillado por las burlas de los soldados y exhausto en su condición física de ese momento, debió conmover el corazón de algunas mujeres que le seguían, o que estaban en el lugar donde aquella peregrinación rumbo al Gólgota iba pasando. No parece ser mujeres que fueran discípulos de Jesús, simplemente mujeres que lloraban y gritaban con tristeza por la ejecución de un hombre.

 

 

 

 

 

28 Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.

Jesús se dio el tiempo de voltear hacia donde estaban esas mujeres llorando, quizá hizo una pausa, para consolar, alentar, pero sobre todo para advertir a aquellas mujeres que no lloraban por Él, ya que Él estaba yendo a la cruz como parte del plan de Dios para la salvación del hombre como dijo Pedro en dice Hechos 2:23 a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole, además de que Jesús iba voluntariamente como dijo en Juan 10:17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar, y como anunciaron todos los profetas (Lc. 24:25).

 

El Señor les dice que deberían de llorar, pero por su futuro cercano, ya que su lloro no era por su pecado, o por el pecado del pueblo, o por los malos gobernantes que tenían, o por todos aquellos que, teniendo a Jesús frente a ellos, estaban rechazando la Verdad, y con ello, la oportunidad de gracia que Dios les había concedido.

 

Jesús les dice que sus lágrimas y sus gritos de tristeza deberían hacerlo por ellas y por sus descendientes, ya que, como les había dicho con anterioridad, había un juicio que llegaría a aquella ciudad de Jerusalén unos años después, por la rebeldía del pueblo mostrada contra Dios y Su enviado.

 

El Señor ya se los había dicho en Lucas 13:34-34 34¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados (mensajeros)! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! 35He aquí, vuestra casa os es dejada desierta (abandonada); y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor. Jerusalén, la capital de Israel, que se había vuelto un pueblo rebelde, en Jerusalén estaban todos los líderes religiosos, que deberían de guiar al pueblo a Dios y a Jesús como el Mesías esperado, y en lugar de eso; lo estaban alejando, a pesar de que Dios les estuvo mandado profetas como Isaías, Jeremías, Zacarías, Juan el Bautista y ahora hasta a Su propio Hijo, y que, debido a eso, aquella ciudad con sería destruida.

 

También se lo había dicho a sus discípulos unos días antes cuando hablaban de lo hermosas que eran las piedras del Templo, y el Señor les dijo en Lucas 21:6 En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán (llegará el día) en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida. Jesús les enseñó que no se deberían de dejar impresionar por las piedras y los adornos que formaban aquellas majestuosas edificaciones que habían visto, y les adelantó cuál sería su cercano final, toda esa grandeza sería destruida, y no quedaría piedra sobre piedra, lo que terminó sucediendo 40 (cuarenta) años después, ya que en el año 70 (setenta) cuando las fuerzas del Imperio Romano, comandadas por Tito Vespasiano, quién después se convirtiera en Emperador, devastaría Jerusalén con todos sus majestuosos palacios, sus grandes construcciones y su Templo, no dejando piedra sobre piedra, y no solo la ciudad, sino también los habitantes fueron destruidos, ya que no pudieron escapar y fueron asesinados, así como sus registros genealógicos fueron desintegrados en su totalidad; según el historiador Josefo más de 1 millón de personas murieron en ese acontecimiento.

 

Aplicación práctica:

19

 Nosotros debemos recibir esa misma exhortación de Jesús hacia aquellas mujeres, de no llorar por el desagradable camino que pasó Jesús para llegar a la muerte de Cruz, o por alguna experiencia sentimental, ya que, si eso no nos lleva darnos cuenta de que fue nuestro pecado el que lo hizo pasar por allí, si no es como el lloro de Pedro (Lc. 22:62), que produjo arrepentimiento, no serviría de nada, por eso Jesús dijo que la bienaventuranza está en los que lloran por su condición de pecado como dijo en Mateo 5:4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.


El verdadero lloro y la verdadera tristeza para con Dios, es la que produce arrepentimiento como le dijo Pablo a la iglesia de corinto en 2 Corintios 7:9-11 9Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. 10Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. 11Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.

 

Aun en los que hemos creído en Jesús como nuestro Señor y Salvador, hay una tristeza al saber que todavía, aun ya estando en Cristo, cargamos con una naturaleza pecadora con tendencia al pecado, misma que un día será removida como dice 2 Corintios 5:2-4 2Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; 3pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. 4Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.

 

El profeta Isaías profetizo 700 años antes del Mesías, que un día, el Señor destruirá el último enemigo que es la muerte de los que hizo Su pueblo, y estando en Su presencia con un cuerpo glorificado, sin el poder del pecado en nuestras vidas, no habrá más lloro como dijo en Isaías 25:8 Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho.

 

El Señor ha redimido nuestro espíritu (salvación), actualmente está rendimiento nuestra alma (santificación), y esperamos ese momento glorioso cuando redima nuestro cuerpo (glorificación), y podamos adorarle y glorificarle sin nada que nos estorbe, pero mientras ese tiempo llega, gemimos al igual que la creación esperando ese momento como dice Romanos 8:22-23 22Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 23y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.

 

29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas (dichosas) las estériles (las que no tienen hijos), y los vientres que no concibieron (dieron a luz), y los pechos que no criaron (amamantaron).

Regresando a la advertencia original que Jesús les hizo a las mujeres que lloraban y se lamentaban por él, a las que les dijo que era mejor que lloraran por ellas y por sus hijos, ahora les dice una bienaventuranza que era contrario a la lógica y contrario al pensamiento judío,  ya que una mujer que no tenía hijos, era considerada como una que no era bendecida por Dios,  pero aquí Jesús se refiere a que serían bienaventuradas las que no pudieran dar a luz, o las que pudiendo, no dieran a luz, o las que dieran a luz pero que no estuvieran amamantando niños cuando lleguen los terribles días de guerra y destrucción a Jerusalén, ya que no tendrán que sumarle a la angustia de estar sitiados por un ejército, el tener que dar a luz o cuidar y proteger a un niño pequeño.

 

30 Entonces comenzarán a decir (suplicarán) a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados (cerros): Cubridnos (escóndanos, entiérrenos).

En ese tiempo de destrucción que se avecinaba por parte del ejercito romano, habría tanta angustia y aflicción, que la gente de la ciudad preferiría morir siendo aplastados por los montes y los collados.

 

31 Porque si en el árbol verde (viviente) hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?

Jesús concluye su exhortación a las mujeres que lloraban por Él, poniéndose como ejemplo, Jesús siendo un árbol verde, conserva la humedad, y hace difícil que se queme por el fuego, no es comparado por el árbol seco que fácilmente se prende por el fuego, si los romanos, dirigidos por Poncio Pilato lo declararon inocente y lo estaban tratando así, como los trataran al pueblo cuando los acusen de sedición y les manden al ejército a destruir la ciudad y su Templo.

 

Conclusión:

19

 Aunque sin duda El Señor está refiriéndose aquí a las hijas de Jerusalén, y muy probablemente acerca de Lucas 13:34-35; este pasaje también nos permite reflexionar al respecto de nuestra necesidad de llorar a tiempo y por la razón correcta (Mt. 5:4); (2 Co. 7:9-11); (2 Co. 5:2-4); (Is. 25:8); (Ro. 8:22-23).

 

 

 

 

 

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