viernes, 12 de diciembre de 2025

Salmo 119:73-80 Mí Fortaleza

 


Mí Fortaleza

Salmo 119:73-80


Objetivo: Seguir los pasos correctos para ser fortalecidos por el Señor, reconociendo Su fidelidad.


Versículo para atesorar:Sea ahora tu misericordia para consolarme, conforme a lo que has dicho a tu siervo.Salmo 119:76


Introducción: En esta décima estrofa del Salmo 119, marcada por la letra hebrea Yod (י), el salmista, consciente de que Dios lo creó, lo disciplinó y lo sostiene, responde con oración humilde: pide entendimiento, consuelo, vida, comunión y una integridad obediente.


V. 73. “Tus manos me hicieron y me formaron; hazme entender, y aprenderé tus mandamientos.”

Tus manos me hicieron y me formaron. Aunque Dios es Espíritu, la Biblia usa lenguaje humano para describir su acción. Las “manos” hablan de Su poder, de una acción directa y de cuidado personal.


“Tus manos me hicieron”, dando idea de cercanía, intencionalidad y diseño. Dios no solo es Creador del universo en general, sino del salmista en particular, y de cada persona, que la forma en el vientre, como dice el Salmo 139:13-16 13Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. 14Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. 15No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. 16Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.


Hazme entender, y aprenderé tus mandamientos. El siervo de Dios entiende que, por cuanto fue creado (Sal. 139:13-16), necesita entender y aprender los mandamientos de su Creador para poder cumplir el propósito para el cual fue tan delicadamente diseñado y formado por las mismas manos de su Señor.


Dios no solo nos formó, también nos sigue “formando” el carácter mediante muestrs de amor, pruebas, disciplina, ya que nos está formando a la imagen de Cristo, como dice Romanos 8:29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 


V. 74. “Los que te temen me verán, y se alegrarán, porque en tu palabra he esperado (he puesto mi esperanza).”

Ahora el salmista mira el impacto de su vida en otros creyentes. El siervo de Dios se da cuenta de la responsabilidad que tiene de ser un ejemplo de obediencia a la Palabra de Dios en medio de cualquier circunstancia, a fin de estimular también a los que temen a Dios a vivir una vida de gozo, bajo una esperanza que no avergüenza, como dice Romanos 5:1-6 1Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 2por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 3Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; 5y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.  6Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.


Cuando nuestros hermanos en la fe vean que nuestra esperanza está firmemente puesta en tu Palabra, se llenarán de alegría espiritual y cobren ánimo, como le sucedió a Pablo cuando estaba en la cárcel, como dice Filipenses 1:14 Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.


V. 75. “Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste.”

El salmista hace una interpretación madura de su aflicción. No la ve como algo fuera del control de Dios ni como injusticia, sino como parte de los justos juicios de un Dios fiel. La palabra ‘aflicción’ viene del hebreo <anah> (Strong H6031), que significa afligir, humillar, someter, tratar con dureza. Esto incluye disciplina, pruebas y corrección. El mismo verbo aparece en el v. 71: «Bueno me es haber sido humillado…».


El salmista reconoce que la aflicción viene de la mano de Dios, quien está tan involucrado en su vida que incluso la humillación es obra suya, no simple accidente. La humillación y la aflicción son instrumentos que Dios usa, conforme a su fidelidad, para formar a su siervo.


No dice: «A pesar de tu fidelidad me afligiste», sino que dice: «Conforme a tu fidelidad me afligiste»; es decir, si Dios es fiel a sus promesas, también será fiel en disciplinar a sus hijos para bien, como dice Hebreos12:6 Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.


Si Dios no nos afligiera cuando estamos descarriados, sería una señal de que no le importamos; pero, justamente porque Dios es fiel, no nos deja seguir en extravío.


V. 76. “Sea ahora tu misericordia (bondad) para consolarme, conforme a lo que has dicho (prometido) a tu siervo.”

Si Dios, en su fidelidad, ha afligido al siervo, ahora el siervo le pide con humildad que esa misma fidelidad se exprese en consuelo por medio de Su misericordia. La palabra ‘misericordia’ viene del hebreo <jesed> (Strong H2617), que significa amor leal de pacto, bondad fiel. Por lo que habla de una misericordia firme y comprometida, una gracia amorosa basada en el pacto de Dios con Su siervo.


La palabra ‘consolar’ viene del hebreo <najam> (Strong H5162), que significa consolar, dar alivio, confortar, animar, incluso dar alivio después de una tristeza profunda. La idea no es solo alivio superficial, sino un consuelo que toca el corazón herido por la aflicción.




En el Nuevo Testamento, vemos cumplido ese consuelo basado en la misericordia de Dios, en Cristo, como dice 2 Corintios 1:3-4 3Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, 4el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Dios es soberano tanto en la aflicción como en el consuelo.


Hay quienes quieren consuelo sin arrepentimiento, sin verdad y sin Jesucristo. El consuelo de Dios, que es bíblico, es basado en la Palabra, lleno de la verdad de Dios y centrado en Cristo.


V. 77. “Vengan (Lleguen) a mí tus misericordias, para que viva, porque tu ley es mi delicia.”

El siervo no está yendo a buscar las misericordias de Dios, sino que pide que las misericordias de Dios lo alcancen a él. La palabra ‘misericordias’ viene del hebreo <rajaméja> ( Strong H7356), que significa: compasión, ternura profunda. Esta palabra está relacionada con la palabra hebrea para “vientre materno”; y transmite la idea de un amor tierno, compasivo, entrañable. Por lo que no habla de una misericordia fría, sino una compasión tierna y profunda.


La disciplina al siervo lo ha quebrantado (v. 75), la misericordia lo consuela (v. 76), y ahora necesita que esa misericordia le dé vida, fuerza y ánimo espiritual.


Al igual que en el Salmo 119:17 Haz bien a tu siervo; que viva, y guarde tu palabra, el siervo vuelve a pedir el bien y las misericordias de su Señor, a fin de que él viva para seguir deleitándose en la ley de su Dios.


V. 78. “Sean avergonzados los soberbios, porque sin causa me han calumniado; pero yo meditaré en tus mandamientos.”

El salmista es víctima de una campaña de calumnias injusta, “sin causa”. La calumnia no es solo decir algo falso, es torcer la verdad para buscar dañar a otra persona. Los soberbios, aquellos que son arrogantes, presuntuosos, orgullosos, y que actúan con altivez contra Dios, calumnian al que busca obedecer a Dios. Esto se ve a lo largo de la Escritura: David, fue perseguido injustamente, Jeremías, fue acusado de traidor, Daniel, fue atacado por envidia, e incluso a Jesucristo, lo calumniaron de blasfemo, endemoniado, y hasta de transgresor de la ley.



En contraste con la injusticia humana, el siervo está convencido de que no debe tomar venganza por sí mismo y prefiere dejar lugar a la ira de Dios, como dice Romanos 12:19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor; en lugar de quedar atrapado en la amargura contra los soberbios, se refugia en Sus mandamientos, que alegran su corazón, como dice el Salmo 19:8a Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón...


No debemos dejar que las mentiras de los soberbios controlen nuestra mente, ni que defina nuestra vida, sino que debemos ocuparnos en meditar en los mandamientos de Dios, no en las calumnias.


V. 79. “Vuélvanse a mí los que te temen y conocen tus testimonios.”

Después de hablar de los soberbios que lo calumnian (v. 78), ahora el siervo mira hacia el otro grupo: los que temen a Dios. No quiere vivir rodeado de los soberbios, sino estar en comunión de los piadosos que conocen Sus testimonios.


El salmista siente de alguna manera una distancia con los que temen a Dios, puede ser, porque los soberbios han calumniado su nombre, o porque su aflicción lo ha aislado, o por que hay confusión alrededor de él, por lo que levanta una oración a Dios diciendo: “Señor, haz que los que te temen y conocen Tu Palabra, se vuelvan a mí.”


No debemos buscar relacionarlos con los poderosos, los influyentes o los ricos, sino los que tienen temor de Dios y una relación real con la Palabra.


V. 80. “Sea mi corazón íntegro en tus estatutos, para que no sea yo avergonzado.”

Sea mi corazón íntegro en tus estatutos. El salmista termina esta estrofa pidiendo lo esencial: un corazón íntegro delante de Dios. La palabra ‘integro’ viene del hebreo <tamim> (Strong H8549) que significa completo, entero, sin división, sin doblez, sin hipocresía. En ocasiones se traduce como “perfecto”, pero en el sentido de maduro. No significa perfección absoluta sin pecado, sino un corazón entero para Dios, no dividido entre Dios y el mundo.


Para que no sea yo avergonzado. El propósito de anhelar un corazón íntegro, es no ser avergonzado, confundido, quedar en vergüenza, desilusionado, o defraudado.


Si nuestro corazón es íntegro en Sus estatutos, no quedaremos en vergüenza ni delante de Dios, ni delante de los hombres.


Conclusión. El siervo de Dios debe interpretar la aflicción como fidelidad del Señor, refugiarse en Sus misericordias y en Su Palabra, así como buscar comunión con los que temen a Dios, anhelando un corazón íntegro que no sea avergonzado.

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